Entre la Rambla del Mar y la Cinta Costera III


Andar para conocer, mirar para entender es una forma de leer la realidad. Algunos encuentran las comparaciones odiosas pero encuentro utilidad en ellas. Hace un par de semanas caminamos por la Rambla del Mar en la ciudad de Barcelona, espacio público de carácter lúdico creado en el Port Vell de Barcelona. Este espacio recuperado a partir del año 1994, revitalizó una deteriorada zona costera del litoral Catalán mediante la construcción de una amplia zona peatonal sobre una plataforma marina que permitió a los ciudadanos recrear una relación con el entorno de su mar Mediterráneo. El gran paseo peatonal se complementa con un interesante conjunto de facilidades recreativas que incluye un cine IMAX, un acuario – con un túnel de cristal de 80 metros que permite ver hasta tiburones nadando- y un centro comercial llamado Maremagnum que oferta la mas destacada oferta culinaria de la cocina catalana. Junto a la Rambla del Mar -funciona además- un puerto de cruceros que sirve de plataforma para el desarrollo de una intensa actividad turística. No hay paso para automóviles en la Rambla de Mar. El acceso de vehículos no justificó ni estuvo incluido en el diseño. Lo peatonal primó como eje central para generar, mediante una fuerte inversión de fondos públicos, un interesante espacio de uso público.

El país Catalán impulsa gran parte de la economía española a partir de los servicios que ofrece el puerto, región que la distingue, además- de cierto refinamiento y aíre europeo- y que le otorga a la ciudad un carácter especial. También tuve la oportunidad de estar frente a obras de infraestructura vial que se demolían por mal diseño o bien porque reñían con planes de ordenamiento de la nueva ciudad de Barcelona. Grandes maquinarias mordían pesados bloques de concreto y acero para dar paso a otras intervenciones que servirán para mejorar el tema de paisaje, movilidad y transporte en esa capital regional.

En Panamá las recientes obras viales que irrumpieron el horizonte marino frente al sitio de patrimonio mundial de Casco Viejo fueron construidas para justificar un tema de movilidad a favor del automóvil privado. Esta acción viene generando entre técnicos y ciudadanos- por que la Institución está muda- a una caldeada discusión sobre los temas patrimoniales. Al final la acción administrativa liderada por un gobierno impositivo y opaco atornilló el viaducto el cual dejó sin resolver hoy día lo que justificó su construcción. Un gran tranque vehicular ha sido trasladado al Chorrillo- frente a importante rellenos- sin que el tema de movilidad fuese resuelto.

La cinta costera III ratifica su ilegitimidad y su función cuando su objetivo - que justificó una millonaria inversión de dineros públicos- no se cumplió. El viaducto pisotea el tema patrimonial bajo un denso muro de no información que no ha permitido ni permite entender la discusión técnica y política sobre el destino del sitio de patrimonio mundial. No sabemos qué pasa ni qué pasará con el futuro del Casco Viejo.

Algunas lecciones por aprender o tema por reflexionar. La utilización de fondos públicos pudo favorecer el interés colectivo para generar- mediante la intervención- espacios de uso público para contribuir a construir identidad y cultura. Si la cinta costera III no resolvió el tema de vialidad puede bien ser desmantelada o entregada a un uso peatonal y recreativo.

Como la Rambla de Mar en Barcelona, la cinta costera III puede ser devuelta a la gente. La cinta costera III que no sirve para mover el tráfico puede ser desmantelada y así nos ahorraríamos dineros en pagar reuniones técnicas y políticas en las sedes de Unesco para discutir estériles discusiones patrimoniales. Suspender la función del viaducto no haría ahorrar de dineros por no ampliar una calzada de Amador –acción- que lo único que haría sería trasladar el tranque costero, limitando la vocación peatonal y el aprovechamiento de un excepcional espacio de recreación metropolitano.

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