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Es abril de 2014 ...: Orlando Acosta Patiño

ORLANDO ACOSTA PATIÑO
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13/04/2014 - El mes de abril de 2014 y el año de elecciones se escapan en medio de mil contradicciones. Las noticias hablan de víctimas en el conflictivo y cacareado Patrimonio de la Humanidad. Los tugurios de San Felipe exhalan su aliento de muerte y pobreza, a escasos 500 metros de la millonaria inversión de la cinta costera III, a la vuelta de Palacio, de la Oficina del Centro Histórico y a espaldas de una cuantiosa y desconocida plata para “mejoras en infraestructura”. Fueron siete los panameños que saltaron a la muerte, víctimas de un fuego, sin que hubiese una respuesta efectiva por falta de agua.

En medio de lágrimas, la oficialidad declara que “el inmueble debió se expropiado”, como si el tema de la propiedad le hubiese quitado el derecho a la vida y a la dignidad a esos panameños. Tras las mejoras en infraestructura –agua, energía y telefonía– el barrio no pasó la prueba. Fuimos mudos testigos de aquellos que se lanzaron al abismo, trotando hacia la muerte, como aquella imagen de Sinán: “... mil potros degollados trotando cielo arriba”.

Me llama la atención que los incendios en Santa Ana, El Chorrillo y San Felipe aumentaron en números absolutos en estos cinco años, luego de que el Estado realizase importantes inversiones para crear, mediante rellenos, nuevos frentes de mar. Alguien me recordó en estos días que los siniestros han sido las fuerzas que impulsan el desarrollo urbano, memoria que coincide con el criterio de algunos especialistas que justifican cualquier millonaria inversión, bajo el argumento de que lo que importa es “mover el capital”.

Lo sucedido me lleva a la conclusión de que la política de vivienda social para San Felipe, Santa Ana y El Chorrillo es tan vaga o ausente, como la definición de la demanda de usuarios diarios del Metro. Su secretario declaró que los usuarios diarios se estimaron en “un ciento y pico mil”. ¿Es esta referencia aceptable para el diseño de la obra de transporte e infraestructura más importante y cuantiosa de la década? ¿Es el tema de la propiedad de los inmuebles de San Felipe excusa para que panameños no tengan una vivienda digna y segura? El contraste entre la opulencia y la pobreza, entre la demagogia y la ignorancia, no tiene referencia. Yo creo que algo anda mal.

Es abril de 2014 y el Festival Internacional de Cine abrió la cartelera. Para que no se nos olvide, en 2008 James Bond, con sus chicas y secuaces, se tomó las calles del Casco Antiguo para hacerle creer al mundo, y a algunos de nosotros, que el edificio del Inac era un hotel de lujo en la sierra boliviana, y que la ciudad de Colón era Haití. Es por eso que prefiero la ficción y ver películas de ovnis, ambientadas en las playas de la isla de San Miguel –y soñar con el desaparecido barrio de Bella Vista– para no ver cómo, sin dignidad, nos vendemos como extras europeos, en medio de la colorida negritud local, por 90 dólares el día. O hacerme imaginarias fortunas, al sumar y contar cuántas camisas podría planchar en una noche por 7 mil 500 centavos. Esos mendrugos supongo que fueron parte del presupuesto de los “52 millones Bond”, que se nos restregó en la cara, del cine que pisó estas tierras.

Sí, el año 2014 discurre en la ciudad de Panamá cuando el fuego destruye viviendas indignas, en el lugar más caro de la urbe y en donde las torres de apartamentos de lujo crecen, sin control, sobre los rellenos de la bahía, como la verdolaga en las playas de Pedasí, en donde los letreros anuncian que también se habla español.

Año de elecciones y mes de la recta final, cuando el vendedor de piezas de encaje y elástico suma y resta en las encuestas. Los periodistas y la gente de a pie corre –cual luciérnagas encandiladas– al ride gratis en el Metro.

Es Panamá 2014, año de elecciones y los políticos se postulan para repartirse el pastel del poder. Unos dicen que “pa´ tras ni pa´ coger impulso”; otros con afirmaciones de la vieja política, apoyan la “fuerza de lo nuevo” o se disfrazan del cambio. En ciernes las elecciones y sumidos en las más profundas contradicciones sociales, ciegos por la opacidad que han justificado las inversiones públicas, perdidos en el oropel y la magia de la pantalla grande, estamos frente a una de las decisiones más importantes para los próximos años. Espero que los eventos sean señales para guiar las mejores decisiones en beneficio de la mayoría de los panameños y que sepamos discernir una cosa de la otra y tener posibilidad de un mejor Panamá.

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