De Matachín a las faldas del Ancón.


Orlando Acosta. 16 de mayo de 2012


El nombre de Matachín aparece en los registros cartográficos locales desde el año de 1678, doscientos años antes del evento que vincula el poblado con el supuesto suicidio masivo de chinos -quienes empujados por una tristeza profunda se abandonan a la muerte- durante la construcción del ferrocarril transístmico de Panamá.
La toponimia del sitio de Matachín permaneció vigente para identificar unas de las muchas estaciones a lo largo del Ferrocarril de Panamá. Matachín era la estación vecina a Gorgona, Gamboa y Bas Obispo con una población, al censo de 1908, de 2,750 habitantes. En el sitio fue localizado un taller de reparaciones del ferrocarril y cuya población comenzó a declinar al momento de los trabajos de excavación del Canal.


La confusión en la procedencia del nombre, es entendible por la similitud entre ambos términos, (Matachín y mata chinos), pero de acuerdo con los hechos históricos, el parecido no deja de ser un suceso enteramente casual.
Las leyendas sobre el poblado y el Canal siguen siendo motivo de interés para cuando en el año de 2006, durante las tareas rutinarias de disposición de material de dragado, la ACP identifica un cementerio, presuntamente del poblado desaparecido en los primeros años del siglo XX. Es cuando la ACP evalúa y documenta el sitio que localiza entre un bosque secundario poco intervenido en el banco oeste del Canal, conocida como la bordada Chagres Crossing. Cincuenta cruces de metal numeradas de manera secuencial se encontraron sobre la ladera de una colina de una extensión de 2,300 metros cuadrados, todas orientadas hacia el cauce del Canal.

Los primeros chinos llegan a la isla de Taboga en el año de 1854 a bordo del velero chino Sea Witch proveniente del puerto de Shatou China, contratados para los trabajos del ferrocarril transístmico. William Aspinwall, John Stevens y Henry de Chancey tenían de Colombia la concesión para la construcción del proyecto y gestores de la llegada de los primeros setecientos cinco migrantes chinos quienes fueron encandilados por las quimeras de una nueva vida en Panamá.

Lejos de romanticismos, el largo viaje de estos trabajadores por el Pacifico eran infiernos hacinados de hambre, frío y calor donde la muerte pareció ser la salida más fácil.
La visión nos traslada a la marcha de cientos de trabajadores chinos con sus cabezas de sombreros cónicos, vestidos de azul, dóciles y reflexivos, desde playa Prieta hacia los campamentos del ferrocarril en el corazón de la selva indómita.

Matachín era el lugar húmedo de terrenos pantanosos que recibe a estos trabajadores, de los cuales los primeros cien mueren por malaria, disentería y desnutrición. El grupo de obreros chinos siguió llegando al poblado donde la abnegación al trabajo fue la característica que los distinguió de entre los obreros irlandeses. Fue el anhelo y la imagen de su retorno a la China milenaria lo que los mantiene en pie en contrapunto con la hostilidad y soledad que anunció con la muerte el fatídico recuerdo que cubrió de dolor los bosques del Chagres.
El Ingeniero, George M. Totten, jefe de los trabajos de ferrocarril, hace una patética descripción del suicidio de los chinos cuando la crónica detalla: " …más de un centenar de chinos colgaban de los árboles, sus anchos pantalones moviéndose al soplo de una ardiente brisa. Algunos se habían ahorcado con pedazos de soga y gruesos bejucos. La mayoría, sin embargo, usó su propio cabello, dando vueltas a sus largas trenzas, y amarrando sus extremos a la rama de un árbol".

Matachín es el sitio que se documenta como el lugar del sacrificio colectivo de 415 chinos. En Matachín se mezcla el sonido del tic tac de las doce horas de trabajo con el aroma de las aguas perfumadas de oriente. El sonido del viento te trae el tañer de las voces y cuerdas de los cantos sagrados de aquellos primeros obreros de la ruta -que en la espesura del bosque- te recuerda el olvido y la muerte.

Matachín es la imagen dantesca de la muerte y de los cuerpos de los chinos colgados de sus trenzas y bejucos y que probablemente yacen sepultados bajos las cruces del sitio de Chagres Crossing que se documentó en el año de 2006. Por la existencia de las cruces se infiere que es un cementerio. Por información documental se puede asociar al cementerio del antiguo poblado de Matachín, testimonio indeleble del trabajo, de la entereza y la tragedia de vida documentada de nuestros migrantes chinos.

Panamá era la puerta de entrada, callejón sin salida o laberinto para identificar una oportunidad para aportar a la construcción de un proyecto transoceánico. Moneda de dos caras a la que se le sumaba a la lejana posibilidad de integración a una nueva identidad nacional y transformase -en un siglo más tarde- en miembros de una comunidad pujante a las playas que los ve llegar. De esta extraña manera es que el rumbo de la empresa del Canal encuentra en sus últimos diez años de administración panameña, el trabajo y la dedicación de hombre descendiente de este contingente de migrante de chinos, ratificándose la representatividad de la colonia China en el desarrollo del presente y futuro de Panamá.

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