Reina Torres de Araúz. Una mujer de su tiempo

Reina Torres de Araúz. Una mujer de su tiempo
Amalia Aguilar Nicolau | @amalianicolau


|http://www.lamitadcuenta.com/

Creo que en Panamá todos hemos escuchado su nombre, pues el museo más importante de esta ciudad lo lleva. Sin embargo, creo que pocos saben quien fue en realidad Reina Torres de Araúz. Esta interesante mujer nació el 30 de octubre de 1932 en la ciudad de Panamá. Se doctoró en la Universidad de Buenos Aires en Filosofía y Letras con especialización en Antropología en 1963, además se licenció en esa universidad como antropóloga general, etnógrafa, como profesora de historia y como técnico de museos.

A su regreso al país, su primera misión la emprende en el Instituto Nacional, donde trabaja como profesora; desde ahí trasmite, con el entusiasmo que la caracterizó, conocimientos de la historia y la cultura nacional. Ella contaba a todos los que querían escucharla lo que iba descubriendo poco a poco a lo largo de sus recorridos por el territorio del país.

Era como esos exploradores que vemos en las películas. Ella se apuntaba a cuanta expedición se organizaba movida por el interés de vivir la experiencia, como se dice, en carne propia. De sus múltiples recorridos salieron artículos, reflexiones, conferencias, libros enteros. Su primera curiosidad fue por la provincia de Darién.

Su esposo, Amado Araúz, quien la llevó en su primera visita a esta provincia, la recuerda “tomando medidas, haciendo anotaciones, aplicando cuestionarios, usando constantemente su cámara fotográfica o pidiendo a otros que lo hicieran para añadirse ella a un grupo de indígenas”.

Participó, junto a su esposo, en una de las grandes aventuras de automovilismo y viaje efectuadas en américa que fue la Expedición Trans-Darién, que hizo la primera travesía de vehículos desde Panamá hasta Bogotá en cuatro meses y 20 días por las selvas darienitas y chocoanas. “Los indígenas iban hacia ella, especialmente las mujeres curiosas, que nunca habían visto una génere blanca. Dos meses y siete días después entrábamos con nuestros vehículos a un bullicioso pueblo darienita y reina se había convertido en la primera mujer panameña en legar a Yaviza y luego a El Real por tierra desde la capital. Alegre y rebosante de energías bailó el tamborito en los agasajos que la gente nos brindó”, recuerda Amado. Sus visitas a esta región del país fueron recogidas en su libro Darién: etnoecología de una región histórica.

Después de la aventura darienita, Reina se dedicó a dar conferencias y a participar en congresos, en los que compartía sus hallazgos y teorías. Deja el Instituto Nacional para dedicarse a crear en la Universidad de Panamá el Centro de Investigaciones Antropológicas y la Comisión Nacional de Arqueología y Monumentos Históricos como una reacción a la destrucción del edificio de la Pólvora en las ruinas de Portobelo por una compañía norteamericana. Esta comisión fue el antecedente de lo que es ahora la Dirección de Patrimonio Histórico del INAC, dirección que ocupó durante varios años y desde donde nos dejó algunas de sus obras más importantes.

Varios rasgos de su personalidad afloran a la hora de investigar sobre esta singular mujer. Tuvo muchos amigos, colaboradores y admiradores, que la describen como una mujer inteligente, de extraordinaria cultura, simpatía contagiosa, brillante, valiente y bonita. También tuvo enemigos y detractores, que criticaban sobre todo su cercanía con el General Omar Torrijos, quien fue su compañero de banca en su época de la Normal de Santiago, lo que generó una profunda amistad y confianza total en el entonces hombre fuerte de Panamá en su gestión.

El Arquitecto Demetrio toral, su secretario durante 15 años, además de su amigo, afirma que Reina sabía imprimirle mística a todo lo que hacía. Con mucho cariño recuerda, “eran otros tiempos”, me dijo con nostalgia. Para él fue una época de solidaridad, de trabajo duro, de idealismo. Y en verdad eran otros tiempos. Fue el tiempo del americanismo continental. Fue el momento de rescatar y revelar para le mundo un continente riquísimo en cultura, un continente saqueado por todas partes.

Su tarea más titánica tal vez fue la de dotar a nuestra pequeña república de museos en los que guardar los rasgos más característicos de nuestra cultura. En esta ´´poca se hace el Museo del Hombre Panameño, al que posteriormente se le pondría su nombre, honor que según el arquitecto Toral, de estar ella viva, no hubiera aceptado nunca.

Una de sus principales luchas en relación con la construcción de este museo fue el rescate del edificio que hoy lo alberga, antigua estación del ferrocarril, que iba a ser demolido por el gobierno del momento para construir multifamiliares. Ella levantó en total 10 museos a lo largo del país.

Otra de sus luchas importantes y que le valió enemigos acérrimos, fue la ley que regula todo lo que tiene que ver con el patrimonio histórico. Reina le hizo mucha guerra a la huaquería, creando mecanismos en todas las provincias para detectar estas prácticas y muchas veces mandando a la cárcel a quienes insistían en esta práctica destructiva del patrimonio. Detestaba el coleccionismo y no tenía ni una sola pieza de su propiedad, las que le fueron regaladas por estudiantes, las entregaba inmediatamente para que formaran parte de la colección de Patrimonio Histórico.

Además de todo lo que realizó en Panamá, tuvo una participación muy destacada en organismos internacionales como la UNESCO, para el que ocupó cargos como la Vice Presidencia de Patrimonio Mundial, donde ayudó en la solución de problemas monumentales relacionados con el Patrimonio del Medio Oriente. Además, antes de morir fue nombrada Alto Comisario del Patrimonio Cultural.

También escribió muchos artículos para revistas y diarios sobre las culturas autóctonas panameñas, y su última obra, Panamá Indígena (agotada desde hace años) sigue siendo documento obligado para conocer las características y las costumbres de estos grupos con los cuales convivió por largas temporadas.

Es difícil separar la vida personal de la vida profesional de Reina Torres de Araúz. Conoció a su esposo a través de su interés por la provincia de Darién. Él la acompañó, al igual que sus tres hijos, a muchas de las expediciones que realizó. En algunas de las fotos que ser conservan, la vemos entre los indígenas que la consideraban una amiga y la acogían sin reservas abrazando a alguno de sus pequeños hijos, a quienes les inculcó la importancia de su trabajo y el amor por nuestra gente.

Ángela Camargo, restauradora de arte, trabajó con Reina en la Iglesia de San Francisco de la Montaña, en Veraguas a finales de los 70. Ella la describe como una mujer enérgica, eficaz, eficiente, decidida como pocas. “Para ella no había obstáculos, —recuerda con una sonrisa— conseguía todo lo que quería. Era una mujer que no le tenía miedo a nada ni andaba con miramientos ni banalidades. Pocas mujeres he conocido que como ella dicen lo que piensan y hacen lo que dicen”.

Otros colaboradores como el Arquitecto Sebastián Paniza y Marcela Camargo, la describen como una mujer entregada a su trabajo, entusiasta y muy respetuosa. Aunque no estuviera de acuerdo con las decisiones técnicas, si las mismas estaban bien sustentadas por los expertos, ellas las acataba sin resistencia.

Transmitía ese entusiasmo por el trabajo a todos los que cayeron bajo su influjo. Podía pasarse horas y horas hablando de manera improvisada sobre diferentes aspectos de la cultura universal y cómo esto se relacionaba con las obras que hacía, al final de estos momentos, todos salían con conocimientos nuevos y con más ganas de trabajar.

Es imposible enumerar en este pequeño espacio todas las cosas que Reina hizo en sus 47 años de vida. Pero es evidente lo que dice Toral cuando afirma que para ella rescatar el patrimonio era como el aire que respiraba, vivía para eso, si no lo hacía, se sentía muerta.

Murió prematuramente, en la plenitud de su vida personal y profesional. Pero hasta su último momento se preocupó por lo que dejaba. En su lecho de enferma escogió las piezas de la museografía del Museo de Chitré, que nunca vio terminado, y dictó las páginas de su obra inconclusa, El nuevo Edimburgo de Darién.

Reina Torres de Araúz fue una mujer de su tiempo. Una mujer que supo responder al momento histórico que le tocó vivir y que dejó para mi generación un ejemplo de tenacidad, de responsabilidad, de compromiso y de amor por nuestra cultura, que desafortunadamente muchos han olvidado.

* Este artículo fue publicado originalmente en el Suplemento Ellas del Diario La Prensa el viernes 11 de julio de 2003.

Tomado del sitio lamitadcuenta.com

Entradas populares de este blog

Al notable panameño conocido como El Darienita Universal, José de la Cruz Herrera.

De los proyectos urbanos, la cinta costera y de la verdolaga en nuestras playas.