Un faraón


COLUMNA
¿CIUDAD?
 

Este texto en una contribución que me enviase Erika Snitter de ISTHMUS Universidad, tomada del El País de Cali.   Mis comentarios estarían de más, una vez que leas los que plantea Benajamín Barney.
 

Un faraón
Benjamin Barney Caldas, El País, Cali, 13/12/2012
 

Lo que no se ha dicho suficientemente, en estos días en que se habla tanto de Niemeyer y por lo tanto de arquitectura, lo que es bienvenido, y de arquitectura latinoamericana y no de la arquitectura espectáculo europea (que nos quieren imponer aquí pues ya no quieren ni pueden allá), es que Brasilia es producto de Juscelino Kubitschek (1902-1976), quien supo escoger el arquitecto para su capital, y antes

para la modernización de Belo Horizonte cuando fue su alcalde. Como el faraón Zoser a Imhotep “el que viene en paz», sabio, médico, astrónomo, y el primer arquitecto y "científico"  conocido (c. 2690 -2610 a. C.). Sumo sacerdote de Heliópolis, diseñó la pirámide escalonada de Saqqara, la primera, pues evidentemente tenía los conocimientos de cálculo y geometría necesarios para dominar esas ciencias y lograrlo. 

Tampoco se menciona que la idea de una nueva capital en el interior  del Brasil fue del Marques de Pombal, en 1716, ni que en 1937 el  proyecto fue incorporado a la Constitución Nacional y que en 1947 se  nombró una comisión para determinar su sitio, la que fue ratificada en  1953, procediéndose a la investigación geográfica respectiva. Cuando  Kubitschek fue elegido Presidente en 1955, de inmediato se hizo cargo  de que fuera realidad a partir del diseño del Plano Piloto de Lucio  Costa, ganador del concurso con tal propósito, pero escogiendo a  Niemeyer como su arquitecto, el que no es directamente responsables de  los problemas que evidentemente presenta una ciudad con vías y carros  pero sin calles y peatones, pues, precisamente no era un urbanista. Y  lamentablemente la “planificación” de las ciudades satélites de Brasilia cayó en manos de políticos clientelistas y corruptos. 

 Así, la capital utópica de Hispanoamérica (las imaginadas "Colombo" de  Miranda,  "Las Casas" de Bolívar, o, la "Argirópolis" de Sarmiento) se  concretaría un siglo largo después en Brasil, en donde sí creyeron (y creen) en la grandeza a que está llamado por la naturaleza.   

Aquí nos  tendríamos que contentar, con la excepción de Uribia, en la Guajira,  con cambiar la ima¬gen de las nuevas capitales en la medida en que su vasto territorio se subdividió entre otras cosas para satisfacer la  demanda “política” de capitales, como en el antiguo Departamento de  Caldas y por supuesto el Gran Cauca, con el agravante de que como  Cali, por ejemplo, son ciudades a las que les ha faltado un Kubitschek  o un Peñaloza-Mockus al menos. 

Como dijo Wittgenstein, el célebre filosofo y arquitecto aficionado,  la gran arquitectura es para inmortalizar algo (de Azúa, Diccionario  de las artes, 2002). Al servicio del poder religioso, político,  militar y financiero, conforma ciudades, es decir, escenarios de la  cultura (Mumford, La cultura de las ciudades, 1938). Y de ahí que todo  programa de gobierno lo sea también de construcción (Braunfels,  Urbanismo Occidental, 1983).  de destrucción, como en Cali para los  Panamericanos de 1971.  Por eso es necesario que los alcaldes se  puedan reelegir para periodos seguidos. Y cruzar los dedos para que  escuchen a buenos arquitectos (ya no basta uno), cultos, como fue  Imhotep y recomienda Vitrubio. Es decir, precisamos políticos cultos,  lo que aquí y ahora es una contradicción. Solo queda tener un faraón  pero ahora salen “chaveados”.

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