Colon más que negros cimarrones y pandilleros

 
Conocí a Marina Doria por allá por los finales de los años ochenta.  Llegó a Colon con sus hijos de la cercana Cartagena.   Hizo su vida  con la fuerza tesonera de esas mujeres del Caribe.  Durante la segunda guerra mundial puso un negocio de servicios personales para atender a los cientos de artistas que amenizaban los cabarets y boites del Colón; allí peinó y acicaló  a las artistas del Ciro y de otra docena de centros nocturnos de diversión de la ciudad.
La soldadesca norteamericana en tránsito hizo de de Colón unos de los centros de diversión nocturna más famosos de toda la cuenca del Caribe.  Los que acostumbraron a rumbear en Colon recordaran  los tiempos en que allí se reía bajo los acordes y el tumbao de la Sonora Ponceña bajo el grito de azúcar de la garganta de la Negra del Caribe.

Pasada la guerra las vedettes fueron menos y los servicios de Marina Dorina menguando. El pequeño salón de belleza que mantenía en el Hotel Washington declinó en clientes y posibilidades de negocio.   Marina Dorina reconociendo sus dotes y talentos de la cocina desarrolla otro frente emprendedor.  Sus kurabies se hicieron famosos entre la colonia griega de Colón y más tarde ocupa un nombre entre los miembros de la colonia libanesa.  Marina Doria entra al servicio de lo que hoy llamarían catering entre la colonia árabe, libanesa, judía y griega de Colón.
Mientras ella cocinaba su hijo, panameño,  se vincula a los servicios de venta internacional bajo línea de negocios de electrodomésticos y otros bienes que llevaba desde la Zona Libre de Colón a los mercados y  comercios de la ciudad de Maicao de la guajira colombiana.  
Mis años entre la matriarca cartagenera me hizo descubrí que Colón era más que de lo que hoy algunos califican de una ciudad marginal de negros, cimarrones y pandilleros.

La ciudad de Colón es una amalgama de una riqueza étnica que se expresa culturalmente y territorialmente de manera distintiva dentro y fuera de los límites de la isla de Manzanillo hacia la cuenca del Caribe occidental.  Colón debe leerse culturalmente como una continuidad de los centros urbanos del Caribe vinculado con Bocas del Toro, ciudad que por muchos años mantuvo un nexo marítimo-caribeño con la ciudad puerto en el Atlántico panameño.  Muchos bocatoreños sintieron, sienten y se encuentran vinculados con Jamaica, San Andrés, Cartagena y Barranquilla.
 
La producción musical se desborda de los antecedentes negros y antillanos  que hace de la ciudad de Colón un lugar que irradia música.  Los músicos colonenses han teñido con sus acordes de jazz y calipso la producción musical del continente.   Existen investigaciones y producción musical que avala esta afirmación.
La negritud de Colon tampoco es homogénea.  Hay entre los colonenses rasgos culturales que los diferencian, desde los llamados frenchí a los escandalosos come coco.  Están los congos y los carabalíes cuyo color de ojos y pelos los haces diferentes. No todos los negros de Colon se perciben ni se sienten de igual manera en ese lugar del Atlántico.  Colón no  es solo icinglass, pastelitos patty o plantin-tag;  Colón es rico diverso y sorprendente.  
Colón es hoy una ciudad deteriorada y su centro urbano con una arquitectura que la distingue, la vincula y la proyecta hacia y desde la cultura del Caribe.  No es casual que existen normas que protegen su centro histórico, reconociendo en él valores importantes.  Existe una vinculación directa entre patrimonio urbano e identidad que es importante articular entre los actores sociales de Colón.
Colón tiene una riqueza de espacios públicos como no lo tiene ninguna ciudad de Panamá.   ¿Qué relación tiene el espacio urbano para la conformación de la identidad de Colón?  No olvidemos que el origen de los sucesos se genera por la venta del territorio y  los enfrentamientos recientes se dan en el entorno urbano y sobre el principal  y más prominente boulevard que tiene la ciudad.  ¿Ha sido o es la avenida central de Colon un sitio de construcción de la identidad colonense y lugar de batallas sociales? 

Los orígenes de Colón se encuentra bajo el sino de tránsito, encontrándose atrapada entre enclaves políticos y económicos que desde los albores del ferrocarril transístmico desarrolló de sus tierras, calles y edificios.  Años más tarde queda cercada por la Zona del Canal, las esclusas de Gatún y luego por el emporio de exportación de la Zona Libre de Colón que ha venido mermando los manglares y sus recursos naturales.
El hacinamiento y los problemas sociales de Colon no se agotan en el aspecto ruinoso de sus edificios ni en la basura ni en los ríos de detritos que corren por sus calles.  Colon tiene problemas de salud, empleo y en general una población que refleja una baja autoestima.  Estos problemas se resuelven con educación, cultura y una visión que haga reconocerse en el colonense un ciudadano valioso.  El colonense no es maleante, facineroso, pandillero ni homogéneamente negro.
El fenómeno cultural y social de Colón no es un asunto simple y lineal que deba verse a la luz de las teorías económicas y sociales ortodoxas.  Colon es complejo y la solución de los problemas de Colon debe abordarse reconociendo esa complejidad donde la interdisciplinariedad de las ciencias sociales debe descifrar, entender y resolver.  

Colon demanda de inversión pública en educación, mejoramientos urbanos y sociales amparados por fuentes sostenibles de empleo garanticen una proyección de la sociedad colonense. Colon debe ocupara y colocarse en el sitio de la segunda ciudad de importancia del país y sede de la riqueza atlántica del emporio de logística y exportación regional.
Pensar en Colon como un asunto homogéneo, simple y corriente sería un error.
Independiente del lente como se mire, Colon es rico, diverso, complejo;  una ciudad que ofrece extraordinarias oportunidades de desarrollo y de enorme potencial. 

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