La resaca de la Tusa Financiera.



Orlando Acosta 6 de julio de 2012.

El mes de mayo del 2011 bajo el anuncio de la suspensión de la construcción de la Tusa en el solar que dejó la antigua Embajada de los Estados Unidos trajo –así como las moscas- la reflexión sobre los criterios para asignar de recursos públicos para iniciativas que no tienen objetivos claros. La idea de la Tusa Financiera no fue tamizada bajo argumentos objetivos que permitió decantar y evaluar el destino de dineros públicos para invertir en el interés colectivo.

La supuesta ganancia que trae hoy la noticia sobre la venta de los terrenos de eso terrenos sabe a la resaca de una fiesta de excesos. El precio de venta del lote se estima en unos 14 millones, pero el ingreso neto estaría por el orden de 6.7 millones. Este número sale luego de descontar el precio del avalúo menos los gastos que se incurrió en demoler el edificio por 284 mil dólares, 300 mil dólares por un borrador de diseño conceptual y 7.2 millones de dólares para la confección de los planos. Los ingresos por la venta son equiparadas por la ganancia de la venta de chances y billetes de lotería en 4.5 días. (La Prensa, 6 de julio de 2012).Al final creo que hubiera convenido vender más lotería que demoler el edificio.

Estas líneas toman fuerza bajo el despilfarro de siete millones ochocientos mil balboas del erario público en un proyecto que nunca tuvo ni pies ni cabeza. Lo sucedido amerita comentarios en considerar éste como un acto de dudoso beneficio público, de evidente interés privado y cuya decisión y análisis técnico reflejó debilidad y opacidad en los procesos en la toma de decisión. Lo anterior se pone color de hormiga bajo la actual crisis del presupuesto que atravesamos.

Se hace necesario responder ¿Qué y quién determinó que la Tusa era necesaria? ¿Cuáles fueron los criterios técnicos-funcionales- urbanísticos que sustentaron el proyecto? ¿Qué cosas dejó de atender el Ministerio de Economía y Finanzas para martillar un proyecto cuyo objetivo y línea de prioridad nunca fue ventilado públicamente? ¿Se pudo invertir la millonada en adecuar espacios culturales y restaurar parte del patrimonio monumental que estaba a metros de la demolida estructura para ofrecer espacios de educación y cultura a los panameños, o bien ser destinados a salud y ampliar el Hospital del Niño?

Insisto en que este país se mueve sin brújula para determinar una oferta de servicios y equipamiento social y cultural. Las acciones tendientes al mejoramiento de la calidad de vida o bien al reconocimiento y conservación de la memoria colectiva a través del patrimonio construido no existen. La demolición del edificio de la antigua Embajada denota ignorancia o desprecio a los procesos sociales que reafirman cultura e identidad.

Este país exhibe la patología grave que muestra una débil-frágil-ausente-vetada política cultural incapaz de articular una acción coherente por parte de la institucionalidad competente. Esto lo comprueba el no consenso y no consulta de la Ley de Cultura.

En entregas anteriores hemos referido sobre la ausencia local de espacios modernos y emblemáticos para exponer, apreciar y valorar la producción artística y material del hombre panameño en el contexto de su realidad social, geográfica, cultural y ambiental. Hemos puesto en relevancia los aspectos económicos de la cultura bajo el planteamiento de que ésta sí paga como la experiencia verificable del Museo Soumaya en México y de hombres de negocio como Carlos Slim. ¿Hemos valorado los ingresos del Museo de Gehry en Amador junto a los atractivos del Canal, de Panamá Viejo y el Casco Viejo? ¿Cómo sería la oferta turística y cultural con un Museo Antropológico (MARTA) moderno y equipado? Te imaginas un país con un San Lorenzo sin maleza que se lo trague o de un Portobelo sin la amenaza de un crecimiento desordenado y de unos cerros que lo sepulte para siempre? Esta última referencia se fortalece con la designación reciente de estos recursos bajo la denominación de Patrimonio en Peligro. Somos miopes para ver la ganancia en turismo bajo las inversiones en la conservación de los sitios patrimoniales.

Se hace necesario mirar con vista larga los ingresos por turismo cultural que Panamá puede generar y los procesos sociales que puede articular. Es imperativo que las decisiones públicas y privadas sean públicas, transparentes y sustentadas con base a criterios técnicos que se orienten a sacar provecho a los escasos recursos financieros para ser diferentes y hacer que los panameños reconozcamos y defendamos esa diferencia.

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