Los laberintos de la ley de cultura



Orlando Acosta Patiño. Junio de 2012
Foto: Orlando Acosta.
La Iglesia de San Atanasio, Monumento Histórico Nacional.
La  Villa de Los Santos,
Corpus Christi, 2012
La discusión sobre el tema de la cultura ha estado movida en estos últimos días. El veto presidencial a la supuesta consensuada Ley de Cultura ha generado montones de reacciones en el patio. La creación de un Ministerio de Cultura en Panamá resulto inconveniente al ser órgano Ejecutivo y no el Legislativo el llamado a crear Ministerios. Es la razón que justificó lo inconveniente de la Ley. El veto de la Ley- por esa ruta- resultó inconveniente asunto que tiene dos interpretaciones: una técnica-formal y otra política, además de la falacia sobre la amplia consulta a la cual no fue expuesta y el consenso que no alcanzó.

Los inconvenientes formales de la creación del Ministerio debieron ser del conocimiento de los asesores legales y de los abogados que dedicaron horas a la discusión de la propuesta. He de suponer que la exhausta consulta debió identificar y prever el posible veto por inconveniente, cosa que no ocurrió. Si el discurso del HD proponente es real y la Ley fue consensuada, el error formal hubiera podido ser resuelto. Ninguno de los HD miembros de la Comisión de Cultura y Deportes ni asesores fue capaz de identificar el escollo que justificó el veto. ¿Es este el resultado de la amplia consulta?

Desde la perspectiva institucional, el resultado hubiera sido otro si el INAC hubiese sido consultado y estuviese realmente comprometido con el proyecto, cosa que dudo por la naturaleza tránsfuga que legitimó la figura que administra el sector. La actual administración de la cultura es reflejo del opaco interés en los temas generales del sector de los cuales no se hace eco el Ministerio de Educación quien representa a la Cultura ante el Ejecutivo. El proyecto debió encontrar camino y consenso por esa ruta, para que el Ejecutivo conociera sobre la iniciativa. He de imaginar que el Ministerio de Educación estaría en esos días enredado entre los moños de la comunidad afrodescendientes y no pendiente del consenso sobre el futuro del Ministerio de Cultura. Nadie abogó por el proyecto de Ley en el Ejecutivo. ¿Es este resultado del amplio consenso? Aquí el primer tramo del laberinto en donde la Ley se perdió. La Ley no fue consensuando en lo político-institucional donde el resultado es consistente con el llanto que se derrama hoy.

En otro extremo del asunto y para ser consecuente con los posteos públicos que hicimos en las redes sociales, vuelvo a decir que el contenido de la Ley no fue consultado. La convocatoria para someter a una evaluación técnica y de manera formal el proyecto Ley por especialistas en el tema no ocurrió. Sugerencias sobre aspectos conceptuales y técnicos circularon por varias semanas en las redes sociales sin tener certeza si se evaluaron y cómo fueron incluidos, si fueron incluidos. Merece referir que el único evento público- y que no fue de consulta de la ley- fue realizado en la UTP en diciembre de 2011. Esa noche los organizadores acopiaron información mediante un cuestionario para aprovechar la convocatoria de quienes asistimos para el diseño de un programa para la formación de gestores culturales. En ese momento pregunté directamente al HD, a los abogados, promotores y asistentes sobre el itinerario-ruta del proyecto de Ley? Prometieron regresar con una consulta estructurada, cosa que no ocurrió.

La ausencia de una real consulta técnica y de carácter pública, sumada a disensos institucionales-políticos, explica el resultado del veto presidencial. Falto olfato político para viabilizar la ley y desprendimiento para enriquecerla con aportes del colectivo que le hubiera revestido de transparencia a este proceso. Este rechazo puede ser una oportunidad para articular un proceso de consulta amplia y transparente para validar una propuesta de norma que tenga capacidad de concertar las ideas sobre la cultura en Panamá.

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