¿Dónde debe estar la reforma educativa?

¿Dónde debe estar la reforma educativa?

La última vez que anduve por los lados de Huiles en Nuevo Emperador fue por allá por los años de mil novecientos noventa y tantos motivado por el tema del riesgo por municiones no detonadas en los campos de tiro de Balboa Oeste. Una década más tarde otra circunstancia me lleva por los mismos caminos de las comunidades de Emperador, Distrito de Arraiján. Lo que antes eran bosques y menos potreros, se transformó de maneras rápidas en ciudades dormitorios encandiladas, contra las ilusorias luces de la ciudad al otro lado del Canal.

Cinco corregimientos acompañan el proceso migratorio empujado por la dinámica económica y las oportunidades de trabajo en la cuenca del canal: Las Cumbres, Chilibre y Arraiján, en el Pacífico, y San Juan y Buena Vista en el sector Atlántico.

Información disponible afirma que la población en la Cuenca acusa un incremento entre el período de 1980 -2000. Al no tener disponible aún, información del último censo, la población se ha duplicado de 81,396 a 184,059 en el mismo período. Eso significa que los servicios públicos de educación y salud debieron incrementarse e incluso, mejorar en términos de fondo y forma.

Volviendo a Nuevo Emperador de Arraiján, en la única Escuela Básica de la comunidad, que además de servir a la creciente comunidad de estudiantes, mantiene un pequeño restaurante de comida criolla que ofrece este servicio a la comunidad de docente y a visitantes flotantes como yo.

Encontré también entre los salones de clases varios elementos que ameritan un comentario de fondo al contenido de la educación que reciben nuestros niños, no solo de Nuevo Emperador, sino de todo el país.

En la sala de clase colgaban dos escudos nacionales que llamaron mi atención. Uno de ellos tenía sobre el águila ocho estrellas y otro diez. La diferencia de estrellas chocaban en mi mente y la diferencia entre lo que veían mis ojos y la que registraba mi memoria entró en conflicto. Pregunté a los maestros y comensales cuál de los dos escudos era correcto. Hubo diferentes respuestas entre las madres de familia y los maestros. Dejo hasta allí el incidente de las estrellas en los escudos nacionales en los salones de la escuela básica de Nuevo Emperador.

Sobre los escritorios de la misma aula noté una pila de libros de estudios sociales: textos aprobados por el Ministerio de Educación como parte del Gobierno Nacional. Tomé uno de ellos y entre los conceptos de formación de cultura e identidad, los textos referían el evento del descubrimiento del mar del Sur por el flamante conquistador español y los aportes de los españoles en la construcción de la identidad nacional.

Extrañado de los vacíos que se plantan en la cabeza de nuestros niños, increpé a la maestra de inglés, mulata de “pelo duro” sobre qué pensaba de esto y cómo resolvía la pregunta de los estudiantes sobre los migrantes antillanos y negros que llevaron con su trabajo a hundir en el fondo del lago Gatún, el antiguo pueblo de Emperador por las obras de construcción del Canal.

No me respondió nada, solo se escuchó el mismo silencio hueco, como el de aquella niña negra a la que se le negó hace poco el acceso a la escuela por llevar sobre su cabeza, no las ganas de aprender, sino el pelo crespo trenzado en unos moños.

Queda entonces retumbando en mi pensamiento sobre dónde y cómo debe comenzar la reforma en la educación panameña, si en corregir las estrellas en los símbolos patrios, en el fondo de los libros de textos que deben enseñar objetivamente, los antecedentes culturales y las raíces de la identidad nacional, lejos de fijar la atención a estereotipos discriminadores que solamente reafirman ignorancia, intolerancia y que aleja a nuestro niños de una educación integral, humanista y completa que los futuros ciudadanos de este país se merece.

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