La cinta costera, los quinientos años y la ciudad de Panamá.

Entre la frágil discusión que surgió en el 2008 sobre el alcance y diseño de la Cinta Costera en la ciudad de Panamá, emergió un debate de bajo perfil que propuso el posible realineamiento del monumento de Vasco Núñez de Balboa con el eje vial que define la Avenida Ecuador. La propuesta articularía importantes elementos de diseño urbano: la plaza Porras, la Avenida Ecuador, el Monumento y la Cinta Costera. Hoy la cinta costera en su fase III continúa con los rellenos en la bahía, por lo que considero pertinente algunas otras reflexiones.

Haciendo referencia al pasado, tanto la avenida Balboa como como la plaza y el monumento fueron parte de las propuestas de diseño urbano del Barrio de la Exposición promovida por el Presidente Belisario Porras en conmemoración del descubrimiento del mar del sur y en el marco de la inauguración del Canal de Panamá en 1914. La idea de acomodar hoy el monumento bajo una acción controlada, cien años después, al trazado existente y la posible integración de los elementos urbanos recientes como la cinta costera, pudo haber agregar valores a la maltrecha ciudad de Panamá y haber generado procesos de recuperación vial, peatonal y monumental a ese sector de la ciudad.

En su momento, la posible acción encontró detractores que justificaron la inamovilidad monumental fundamentada en aspectos relacionados con la fragilidad y condición del mismo. Algunos dijeron que la bola y el bronce eran muy frágiles para soportar el traslado de un ciento de metros sobre la Avenida Balboa y otros que era imposible sin dar alguna razón en concreto; ese fue lo que justificó que el monumento permaneciera donde está hoy día.

Mi apreciación con relación al tema, la coloco en la ignorancia de las autoridades que promovían el proyecto, la poca transparencia en la discusión de las intervenciones públicas y a la limitada participación ciudadana en los temas urbanos. Existe también insensibilidad sobre el antecedente y el significado del monumento o simplemente “tacañerías” del proyecto millonario. Finalmente el monumento quedó aislado del diseño vial, lejos de la gente y desarticulado de la traza urbana del Barrio que lo vio nacer. Así encuentras hoy al hito, que en pocos meses recordará al hombre que dio a conocer al mundo, hace 500 años, un océano que siempre estuvo allí y que se transformó en la motivación permanente de hacer de Panamá el territorio en desarrollar una propuesta tecnológica de agua, para el paso de personas y mercancías: el Canal de Panamá.

Para no dejar de poner esta reflexión en el contexto de las celebraciones del día mundial del agua, el Canal y Panamá y el complejo que los sirve, incluyó el más grande diseño hidráulico en el trópico americano con un embalse artificial. El lago Gatún resultó del represamiento del río Chagres para crear un área de 43,600 hectáreas con una capacidad de almacenamiento de 205,000 millones de galones de agua fresca. De él depende el funcionamiento del Canal, los millones de dólares en beneficios directos a la economía nacional, el agua que bebe la mayoría-con o sin sabor a tierra- de los ciudadanos de la región metropolitana. El agua, el Canal y la ciudad se encuentran relacionados en una compleja trama cultural, económica y social.

Las ciudades, su trazado, sus hitos y monumentos, sus recursos naturales y el paisaje forman parte del patrimonio que requiere ser entendido, conservado y puesto en valor. Lo anterior demanda educación, información, transparencia y respeto.
Las intervenciones que se añaden y se superponen sobre el territorio deben ser pensadas e integradas para reconocer y conservar los valores y atributos que poseen y no transformarse en acciones que los destruyan, desmeriten o desfiguren los elementos que los distinguen. Este es el mayor reto y desafío al que nuestra sociedad se enfrenta.

La organización social panameña es incapaz de articular una acción concertada para lograr una intervención pública que se aleje de intereses particulares y que valorice y conserve lo que existe para construir una memoria y mejorar la calidad de vida de los ciudadanos y del entorno urbano.
Falta mucho camino por andar y muchas letras que escribir para forjar una cultura de reconocimiento de los valores que la sociedad panameña atesora; así, la discusión sobre el futuro de la cinta costera en su fase III sigue tropezando por oscuros callejones ignorando la génesis marina de la ciudad a la que sirve, amparada por una millonaria inversión que se justifica en temas de movilidad urbana y cuyo futuro beneficio parece seguir la ruta de caprichosos intereses. La ciudad, el recurso hídrico y su mala gestión siguen ignorando lo intrínseco de su relación con el territorio, la gente, la cultura y alejados de los beneficios económicos que generan al país.

Así el hito que conmemora el descubrimiento del mar del sur sigue desarticulado, lejos de la gente y sin posibilidades de ser interpretado, perdiendo éste la oportunidad de celebrar con el carácter universal la ampliación del Canal en el 2014, cien años de la ruta de agua abierta al mundo para hacer de esta ciudad, aquella que ha sido distinguida por el mundo y a quien los gobernantes panameños ignoran y que el resto de la humanidad reconoce en sus valores universales.

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