La boda, un santo, el sueño y una guerra: las dimensiones reales del circo del milenio.

La boda, un santo, el sueño y una guerra: las dimensiones reales del circo del milenio.

El fin de semana pasado, desde la perspectiva de eventos e información fue a nuestro juicio uno de los más agitados de los últimos años. Considero ha sido definitivo para determinar los más importantes asuntos políticos y religiosos de las próximas décadas. Los eventos que hicieron noticia nos dejaron locos y abrumados de toda la información que ellos generaron. El planeta entero estuvo al vilo de la información y sujeto al circo que ofreció la realeza, el poder religioso, político y militar.
Los millones de personas con acceso a información tuvimos en “palco” y en la comodidad de nuestras casas, para participar en lo que he denominado la función del Gran Circo del Milenio. . Lo presenciado fue un gran empacho o indigestión de información, de encajes, joyas y sangre que fue bombardeado a diestra y siniestra por más de setenta y dos horas continuas. Ninguno en el planeta pudimos escapar a ello. Lo anterior toma particular interés por el desarrollo de la tecnología y el montaje mediático que logró dar cobertura a la información y posibilidad de tener en tiempo real, data, información e imágenes de lo que sucedió en el planeta durante el último fin de semana del mes de abril y comienzo del mes de mayo
La boda del príncipe de la realeza inglesa con una plebeya colocó la primera atención. Ello generó millones de dólares en regalías sobre la transmisión del evento que tomaba lugar en la Abadía de Westminster y en la calles de Londres. El turismo atiborró las calles y hoteles de esa ciudad y el pueblo durmió en improvisadas toldas para tener la oportunidad de recibir la sonrisa de la “arribada” y ser testigo de la magia del sueño de la rana transformada en princesa por el beso del príncipe en los balcones del Palacio de Buckingham. Hermoso final.
Desde las odiosas y más frívolas comparaciones del traje que llevó, del anillo que recibió. La pobre princesa no se libró de la sombra de la madre de su esposo. Lady D desde el más allá estará presente y la nuera tendrá que sonreír sin remedio y aceptar para siempre el pesado y permanente fantasma de su suegra muerta.
La resaca de la rumba real fue interrumpida por el Vaticano por el proceso de beatificación de un Papa. No fue casual que la Iglesia Católica “aguara” la fiesta de los reyes, sugiriendo tal vez el cisma religioso sin atreverse a mencionar las razones de la separación de los reyes ingleses del seno de su Iglesia. Nadie recordó a Enrique y a Ana. Fuera de este detalle y en lo personal, encontré interesante la oportunidad de observar en pleno siglo XXI el boato y la ceremonia, con cuerpo presente incluido, de reliquias y de testigos vivientes, que incluyó el solemne espectáculo de una canonización en vivo. En definitiva, esto no se ve todos los días.
El mundo católico entero cayó de rodillas mientras horas más tarde en las calles de Nueva York y en las esquinas de Times Square miles de personas celebraron el asesinato de un líder religioso. La fuerza militar del país más poderoso del planeta irrumpió el territorio Pakistaní para retirar y luego asesinar frente a sus hijos y esposa al líder de una organización terrorista de corte religioso. La justificación en la celebración fue la misma violencia que se ciernen sobre los hechos. Soy defensor que no hay razón que justifique y sustente la violencia y la muerte de personas. Fui testigo de las contradicciones de los valores más grandes sobre los cuales se sostiene el cristianismo y el eco de los golpes de los pecho de los pecadores señalando a la vez a los impuros, lo cual no fue suficiente para dejar mi espíritu en calma.
Estamos al filo de eventos de violencia armadas de carácter planetario sobre la base de la intolerancia religiosa, la muerte y las posiciones extremas. La vergüenza en la celebración de la muerte parece ser una de las más oscuras expresiones del género humano y sobre las cuales me lamento y de la cual no dejaremos de sorprendernos nunca jamás.
Mientras algunos barren la basura acumulada en Londres y en el Vaticano, otros miran con horror, dolor y tristeza los escombros y los charcos de sangre en el Oriente.
En la calurosa Panamá seguimos sofocados por el calor que nos agobia o la lejana reflexión sobre estos hechos. Es este el mismo calor que no deja soñar a nuestros gobernantes en viajar al norte sin hacer filas, de construir faraónicas torres frente al mar, al empeño en la destrucción del patrimonio de la humanidad, en esconder armas detrás de la sonrisa de los ministros (que son gratis acá en Panamá), en ignorar el precio de combustible, de la canasta básica y de reprimir a los usuarios del sistema de transporte de la Gran Panamá a los cuales se les niega poder viajar con sus pollitos en las rutas del Metro Bus.
La historia lo repite en espiral y así como el circo romano hace miles de años nos imponía sangre también nos aplastaba con poder. El poder de los emperadores sobre el pueblo sometido. Entregando fiesta y boato e imponiendo decisiones. El circo de reyes, plegarias y santos, de sangre y violencia para distraer al pueblo. Circo para arrebatar la identidad bajo las garras del miedo y apartarnos de la realidad y perdernos en los laberintos de la información.
Orlando Acosta, Hubert Humphrey Fellowship
5 de mayo 2011.

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