El Fuego

El fuego

Encontré la pira humeante bajo el árbol de marañón la misma tarde del funeral de Mamita Isidra. Era el verano de 1968. Años más tarde por boca de la tía Marita entendí el significado de las cenizas de esos años. Delfina revolvía con cierta amargura los tizones rojos, el dolor, los trapos, el amor y los trastos –esos- que alguna vez- también pertenecieron a su madre.

A Mamita Isidra la recuerdo como una mujer fuerte. De baja estatura y reducida por los cien años que ya tenía. Así la recuerdo por primera vez. Mujer de tez morena, de cabellos blancos que recogía en una trenza. En una coca la moña daba vuelta y una peineta negra la sujetaba sobre la coronilla de su cabeza.

Mamita Isidra, con voz grave e imperante me dijo: ven acá muchacho. Siempre daba órdenes y en su casa se hacia su voluntad. ¿Eres Cholo el de Miriam? Preguntó. Cada verano visitaba su casa de Bichal para que con sus manos huesudas y temblorosas recorrieran mi cara, mi cuerpo y mis piernas. El miedo se apoderaba de mí y allí permanecía sin respirar y no menos aterrado frente a su cuerpo azotado por los años. Recostada en su catre-afirmando con su cabeza- me traspasaba con sus ojos fijos, huecos y lejanos. Arriba también, me miraban los ojos inmóviles del Sagrado Corazón de Jesús que colgaba en la pared de la habitación.

Llano de Bichal era un villorrio en Las Lomas de David. No tengo antecedentes de su fundación, sin embargo sé que se originó por la limpia de viejos bosques a orillas del río Chiriquí Viejo. La hilera de casas de quincha y tejas se levantó a orillas del camino que llevaba al estero y los puertos La Peña, Ubaldito, Palma Real y otros que no recuerdo. La casa de Inés era una de las mejores en ese camino.

Delfina contó que tuvo 11 hermanos. Mamita Isidra se caso a los 15 años con Claudio Vega su padrastro, quien era viudo para esos entonces y que ya tenía tres hijos. Dalia y sus once hermanos vivían alejados del pueblo a orillas del río Chiriquí donde la tierra era muy fértil y a donde ni siquiera llegaban las noticias del viento. Tenían unas cabezas de ganado y algunos caballos. Claudio pescaba y sembraba la tierra.

Dalia escuchó de su madre Inés que abriría la escuela –arriba- en el pueblo. Ordenó la mudanza de Claudio, sus hijos y ella su mujer. Claudio hizo construir la casa, era de quincha y tejas y una de las mejores del lugar. Al frente un portal, 2 puertas, 2 ventanas a cada lado, una sala y 3 habitaciones. Tenía piso de lajas y cemento y adosada al fondo, otra casita que hacía de cocina. Allí, el fogón de leña, una mesa rústica y el tinajero.

Mamita Isidra en sus interminables horas, ciega y paciente, pasaba postrada en el catre de lona bajo la única ventana de la habitación de su casa de quincha, la misma que que Claudio construiriá y en donde se educó Marita. Desde allí controlaba –también- la economía familiar. Meticulosa, rígida y disciplinada era muy apegada al dinero y conocía al tacto los billetes de dominaciones de 1, 5 y 10 dólares. El dinero que contaba los obtenía de la venta de huevos y gallinas que Delifina cuidada - siempre supo la cantidad de huevos y aves en el gallinero. Dicen que también contaba el número de cacareos, de allí la cantidad de posturas y finalmente el balance diario de los reales que entraban a la pobre economía del hogar. Me contaron también, que para esos años se mantenía un burro que contribuía a la casa. El burraje del famoso animal mejoraba la calidad equina de esos potreros, y también el ingreso familiar. Seguro que también el rebuznar del semental era motivo del control de Inés.

Se cuenta que en la casa de Mamita Isidra funcionó por años como la escuela del caserío y que por ello recibiría ocho pesos al mes; siempre replicó: toda real suma, y Delfina en su ingenua y muy temprana realidad, nunca adivinaría lo duro que sería la vida bajo el techo de la casa de su madre.

Entradas populares de este blog

Al notable panameño conocido como El Darienita Universal, José de la Cruz Herrera.

De los proyectos urbanos, la cinta costera y de la verdolaga en nuestras playas.