¿Pro mundi Beneficio o patrimonio transístmico?

Brocados, moiré, fabulosas sedas y pelucas dispuestos en fastuosos escaparates quedaron clavados en la mente fantasiosa de un niño de cinco años. Entre el ruido de metales, los gritos y el bullicio de la estación, los pasajeros eran descargados directamente desde el andén a las magnificas tiendas de novedades y bazares orientales. Todo ello ocurría y era organizado en un maravilloso viaje, donde la imaginación te llevaba a recorrer todos los rincones del planeta. La Calle del Frente en Colón fue una de las avenidas de más auge y apogeo de la ciudad. Famosa por sus tiendas y extravagantes mercancías fue de las primeras en organizarse a lo largo de la vía con la estación del tren. Esos viajes a Colón están en mis memorias como recuerdos que me llevaron a entender años más tarde nuestra intensa vida e historia de tránsito.

El tren partía para los no Zonians en la estación del tren que daba frente a la Motor Transportation Division de la empresa del Canal. El suave contoneo del tren o el abrasador calor del trópico eran parte de la experiencia de ese extraordinario viaje. Tenías la opción de subir al vagón con aire acondicionado por B/. 2.00 ó simplemente viajar por B/1.50.

El ferrocarril abierto en 1855 bajo los calores de la fiebre del oro, dio paso no solo a los forty niners comedores de sandia, sino que también vio nacer a la ciudad de Colón. Más tarde el ferrocarril surgió como la propuesta tecnológica que permitió el transporte de enormes cantidades de tierra y roca para las excavaciones del Canal Norteamericano. Por varios años el vapor de las máquinas y el acero de sus rieles se transformaron en la novedad tecnológica que forjaría nuestra vocación transístmica.

La travesía continuaba hacia los jardines Summit, deteniéndose en el puente de Gamboa para dar paso al otro tren que venía en la otra dirección. Si había pasajeros que así lo requerían, el tren se detenía en la estación de Frijoles para luego deslizarse sobre el agua: mágica experiencia que ocurría en el sector de Monte Lirio. Todo el trayecto era una experiencia de extraordinaria y exuberante tropicalidad que te envolvía en una abrasadora y húmeda experiencia. Si no era suficiente, tu mente podría seguir volando e imaginar las miles de almas desterradas de la lejana Catai, ilusiones, temores y esperanzas trenzadas en las largas melenas de los chinos que dicen que murieron sobre cada uno de los durmientes del tren.

Hoy el tren le pertenece a otros y el magnífico espectáculo natural está para el asombro de rubicundos turistas de crucero que no entienden qué pasó aquí. Parece ser que la primera ruta transistmica o el tren simplemente está al servicio del transporte de carga de las grandes empresas navieras y a los ingresos que deja el par de vagones de pasajeros. Triste destino.

Entender y tener la posibilidad de una mágica experiencia y atravesar el Istmo por sus selvas, pueblos y lagos es casi imposible. A nombre del Promundi Beneficio nuestras generaciones de niños y niñas jamás entenderán la epopeya de la construcción del primer ferrocarril transístmico del mundo, parte de la historia, parte de nuestras raíces y norte de nuestra vocación de tránsito.

Hoy seguimos en el paroxismo de vender nuestra historia, nuestras raíces así como el patrimonio natural a extranjeros. Estamos dejando para los panameños el sabor de las migajas, en un país donde la historia jamás será entendida y las sonrisas siempre serán gratis.

Noviembre 2008

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