La Pollera de Simona


El portal de la casa de Simona era parte de la monotonía del paisaje y el calor de los veranos en Paris. Ese calor hizo recordar a Noli las memorias y recuerdos de sus más insólitas aventuras. Las pepitas de marañón asadas, los polvorientos remolinos de viento, y las interminables tardes en los portales de las casas de quincha era el marco para la preparación de la salida a los potreros en busca del tesoro de París. Esos instantes en que ella alimentaba la fantasía de encontrar, quizás tras los fuegos fatuos, las maravillas ocultas del legendario guerrero. Entre primos y amigos se discutía sobre dónde estaba escondido el tesoro. Tal vez detrás de esos matorrales de uvitas corraleras o quizás en el fondo del pozo de papá Tomacito.

Eran durante esos mismos veranos y en las interminables tardes de calor y plática cuando las mujeres del pueblo se entregaban a compartir con las niñas y en los portales de Paris el conocimiento y tradición. Jacobita, Marinés y Simona eran de las mujeres del pueblo conocidas como de poca palabra pero de amplio conocimiento, juntas eran llamada las “señoras que saben”. El conocimiento de ellas iba más allá de lo cotidiano, sabían de plantas, remedios y de rezos para lograr lo inalcanzable. También eran custodias de las más arraigadas artes y tradiciones del pueblo. Era el momento en que Noly junto con sus primas aprendían, de las tías de París las artes de fabricar tembleques. Todas ellas alimentaban la ilusión de engalanar sus cabecitas con flores de escamas de pescado hechas para la tuna de polleras del martes de carnaval. Fantasía que alimentaba la ilusión de la fiesta tan esperada.

Simona guardaba en el estante de su cuarto la pollera blanca con la cual contrajo nupcias con Tomás por allá por los años 20. Noly aguaitaba con toda la ilusión de sus 12 años los encajes de la pollera blanca de Simona y no paraba de verse engalanada entre los mundillos blancos del tapabalazo de esa camisa. La pollera de la abuela Simona era su máxima ilusión.

Noly terminó su cabeza de tembleques y la muerte sorprendió a la abuela Simona quién murió antes del martes del Carnaval de un inesperado mal que los médicos no precisaron diagnosticar. La muerte de la abuela cubrió de luto la casa y la ilusión de mi niña Noly.
Los preparativos del funeral de Simona tomaron marcha y fueron así cumplidos los deseos de la difunta. La abuela sería enterrada en el cementerio de París con la asistencia de todos los dolientes y amigos del pueblo. Los ritos funerarios en Paris incluye el esparcir cal viva sobre los cuerpos, supongo que para acelerar los procesos de descomposición y evitar olores. El féretro de Simona fue abierto y el procedimiento cumplido. Noly no podía respirar por el llanto al ver su ilusión de niña rota en mil pedazos, más allá del dolor por la muerte, no podía contenerse al descubrir que tras la blancura de la cal que caía sobre su abuela estaban los encajes blancos de la pollera de Simona.

Enero de 2008.

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