En la memoria de Amelia Duclair de Benitez

Fui a bailar en mi bote
Allá en el mar cruel
Y el mar bramando
dice que debo robar
la incomparable luz
de tus ojos tan lindos...

La lírica de este viejo fado me hace recordar no solo a Dulce Pontes, maravillosa intérprete de la música Portuguesa de estos últimos años, sino también la increíble historia de Amelia Duclair de Benítez y de su extraño paso por Panamá.

No imaginó Amelia que sus recuerdos y memorias sobrevivirían más allá de la pasión de sus amores, como tampoco perdurarían las promesas hechas sobre su lecho de muerte por amigos, esos mismos quienes se encargarían de develar –ochenta años más tarde- el misterio que una vez solo fue considerado como “chifladuras de Amelia”.

Cuenta la leyenda que el archipiélago de San Andrés de Tumaco en Colombia fue resultado del descanso del viaje de tres enormes pargos rojos, que luego de recorrer los mares del mundo decidieron quedarse, dormidos y acurrucados en los esteros de la costa nariñense del Pacífico Colombiano. Sobre sus lomos creció una exuberante vegetación y empezó a fluir el agua por caudalosos ríos y riachuelos.

No siendo el puerto de mayor calado del Pacífico Colombiano, el puerto de Tumaco esta conectado con el puerto de Panamá desde hace muchísimos años. Francisco Pizarro zarpa de Panamá a la conquista del reino del Perú, no sin antes detenerse y fundar en 1526 la ciudad de Tumaco. Para sorpresa, Panamá se hace llamar un barrio de la ciudad de Tumaco.

Amelia Duclair de Benítez y Fernando-Gálvez Benítez zarpan de Tumaco y llegaron al puerto de Balboa a bordo del “Limari” - de los entonces más lujosos y confortables vapores de la Compañía Sudamericana de Vapores.

Eran los años 20.
La espera en puerto- camino a San Francisco - se sucedió en tres días. Amelia es seducida por el encanto de Panamá. El embrujo del Ancón y las luces de la ciudad parecen encender la determinación de Amelia. Fernando su marido no conoce de la decisión de Amelia. La leyenda de las grandes tiendas de telas, sombreros y pelucas de la calle J sirvió de excusa a Amelia, quien bajo el pretexto de salir a conocer la famosa sala de belleza CLARA KAISER, toma el tranvía hacia la Cinco de Mayo.

Fernando Gálvez-Benítez era un formidable mulato, nacido en Tumaco y dueño de las minas de Nariño Valle. Conoce a Amelia en una de las grandes fiestas de Tumaco. Fernando era conocido cazador de fortuna, romántico amante y excelente bailador. Amelia de segundas nupcias, sucumbe ante los encantos de Fernando.

Amelia llegó esa mañana de agosto a la plaza Cinco de Mayo y con ayuda de su pasaporte francés alquiló en el Chase Manhattan Bank, una cajilla de seguridad. Allí dejó, por más de setenta años depositados los secretos que guardo de Fernando. La previsora Amelia no quería dejar que parte de sus haberes fueran a parar a las manos de su mulato, y verlas transformadas en las efímeras ilusiones de las grandes fiestas y celebraciones. Eventos que más tarde la dejarían a ella y a su marido en la mismísima ruina.

Amelia zarpó a San Francisco con su secreto oculto. Pasaron más de setenta años cuando personalmente conocí a Tito Livio Sevillano quien llegó a Panamá junto a su compadre Abel. Llegaron con la extraña misión de hacer cumplir la misteriosa promesa hecha en el lecho de muerte de Amelia y luego por su inseparable compañera Adela, la madre de Abel. Adela hizo jurar a Amelia que la cajilla de Panamá no se quedaría disuelta en la memoria. Adela de alguna manera prometió que la historia de su querida amiga y compañera no quedase flotando en el universo fantástico de la mente de aquella bella mujer. Muere Amelia y Adela guiada por la nobleza de su inmensa lealtad, fue negociando y acopiando uno a uno todos los derechos de la supuesta herencia olvidada por Amelia en la lejana Panamá.

En la inexorable condición de muerte, Adela encargó a Abel la misteriosa misión: anda a Panamá, encuentra y trae la cajilla de mi amiga Amelia. Abel viajo a Panamá a cumplir el encargo que luego del paso de dos generaciones podría ser considerada una historia descabellada y fuera de realidad posible. Amelia, la cajilla y la historia tienen de por medio miles de kilómetros y más de setenta años.

El Chase Manhattan Bank cambia de dueño y cerró sus instalaciones de la Cinco de Mayo. Todos los valores, cajillas y depósitos fueron trasladados a la nueva sede bancaria en Marbella. En el año de 1998 Abel, el posesorio de los derechos de la caja en Panama se hizo llegar desde Cali. Todo esto parece un gran cuento y fantasía propia del “imaginario macondiano”. La historia del paso de Adela por Panamá, la pasión de su romance y la cajilla de seguridad parecen puro cuento.

Para mi sorpresa la historia toma otro giro cuando la cajilla es ubicada. Ante notario y la indescriptible sorpresa de los presentes fueron sacadas una a una las más bellas y fantásticas joyas de Amelia Duclair de Benítez: sartas y collares de perlas, aretes de esmeraldas, argollas, zafiros y rubíes…….más esmeraldas. Al fondo de la caja un exquisito broche de pelo hecho de brillantes y oro con el epigrama de Amelia. Junto a las piedras, una rara colección de relojes antiguos. Lo que mas llama la atención del espectacular legado de Amelia es lo ejemplar de la exquisita orfebrería de Tumaco. Las joyas de los artesanos de Tumaco reflejan la más loca pasión por el gusto y la expresión de la ornamentación de principios de siglo. Hoy se constituyen en testimonio del patrimonio orfebre meritorio de ser reconocido, compartido y conservado.

El cofre de las joyas de Amelia Duclair de Benítez no deja aún Panamá. Dos de sus herederos se encuentran desaparecidos, no sabemos si muertos o qué y el proceso de sucesión se encuentra aún en litigio. Ayer hablé con Gladys la hija de Tito Livio y recordamos la increíble historia de la vida y de la pasión de Amelia Duclair de Benítez y de las joyas que aguardan en la cajilla la oportunidad de asombrarnos con lo espectacular de su diseño y el contenido de su humanidad: patrimonio que Amelia guardó para no deslumbrar con su brillo y con su luz, la pasión de su eterno amor.

31 de enero de 2007.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Al notable panameño conocido como El Darienita Universal, José de la Cruz Herrera.

De los proyectos urbanos, la cinta costera y de la verdolaga en nuestras playas.