El juego de lo que no se vende ni se compra.


El otro día me sorprendió ver publicado entre los anuncios de prensa el tablero y algunas de las tarjetas del juego Monopolio versión Panamá. De primera entrada me entró cierta picazón de satisfacción que no tardó en transformarse en preocupación al saber que podía pasar por “Go” sin cobrar doscientos y que podía comprar casas y hoteles, no en Plaza del Parque, pero sí en el Parque Nacional Camino de Cruces.

El Cerro Ancón, Panamá Viejo, Coiba y Portobelo, se transformaron de pronto, por la imaginación de algún grupo creativo, en bienes que podían ser transados, vendidos, alquilados, comprados y hasta urbanizados. Para los niños y turista o algún incauto jugador panameño es muy probable que no pueda advertir que la mayoría de los sitios que nombran como propiedades del juego, en estricto rigor no pueden ser vendidos ni comprados y que todos ellos forman parte del patrimonio natural y cultural de todos los panameños.

Haciendo el papel de abogados del diablo, se puede argumentar que solo se trata simplemente de un juego y que nada de lo que pasa en las transacciones del tablero es real y que todo forma parte de una simple ficción, pero y entonces ¿cuál es la bulla?

La versión gringa del juego nunca puso en venta sitios como el Parque Yellowstone y los Everglades, tampoco el Monumento Nacional Mount Rushmore con la cara de George Washington y Lincoln tallada en roca. Nunca podrías cobrar alquiler por un hotel en el Puente de San Francisco o en la estatua de la Libertad. Lo que sí recordamos y acostumbrábamos a cobrar en alquiler y llenar de casitas y hoteles eran los predios y avenidas de Illinois, Connecticut y Pensilvania. En la versión “pana” del Monopolio hubiera podido ser perfectamente posible comprar en Ave. México, Ave. Cuba o Calle 50. Altos del Golf o Paitillla hubiera reemplazado el mayor ingreso del tablero, homologando así la exclusividad del Paseo Tablado. Creo que los creativos y empresarios se quedaron cortos mediatizados por el éxito de una venta de grito y plata navideña con sabor a “My Name is Panamá”. Creo que los cables se les cruzaron resultando el juego en una propuesta promotora de antivalores entre la sociedad panameña. Me pregunto ¿Cuáles instituciones, donde y quiénes autorizan las patentes para permitir la emisión masiva de juegos en Panamá que promueven entre los jugadores la compra y venta del patrimonio nacional?

Los juegos tienen la posibilidad de permitirnos crear, competir, colaborar, amar, aprender, hablar, escribir, crecer y valorar. Mi pregunta se dirige entonces a evaluar el propósito del Monopolio de Panamá y los valores que promueve. ¿Qué se quiere, qué se propone? Hace poco menos de una año la mitad de los panameños nos debatíamos en una lucha contra el Ejecutivo, quien se empeñaba en pavimentar, bajo el argumento de camino ecológico parte del Parque Nacional Barú. Mañana tal vez no tengamos mayor argumento contra las mentes de los niños que hoy formamos como ciudadanos y empresarios del futuro, para no permitir que se venda, en un febril ataque por el turismo de crucero, hasta el último de los bloques del Fuerte de San Jerónimo en Portobelo a cualquier inversionista nacional o extranjero que proponga dos hoteles y una casa con vista a la bahía.



Panamá 2004

Comentarios

Entradas populares de este blog

Al notable panameño conocido como El Darienita Universal, José de la Cruz Herrera.

De los proyectos urbanos, la cinta costera y de la verdolaga en nuestras playas.