Delfina de mi corazón


Encontré la pira humeante bajo el árbol de marañón la misma tarde del funeral de Mamita Isidra. Era el verano de 1968. Años más tarde por boca de la tía Marita entendí el significado de las cenizas de esos años.

Mamita Isidra era mi tatarabuela, hija de Olga y madre de Delfina. Delfina mi bisabuela, era madre de Joaquina, mi abuela. A través de Miriam, mi madre y la tía Marita conocí parte de estas historias.

Isidra la recuerdo como una mujer de temple y de pocas palabras. Vivía en Llano de Bichal, villorrio en Las Lomas de David. No tengo antecedentes de su fundación, si embargo sé que se originó por la limpia de viejos bosques a orillas del río Chiriquí Viejo. La hilera de casas de quincha y tejas se levantó a orillas del camino que llevaba al estero y los puertos La Peña, Ubaldito, Palma Real y otros que no recuerdo.

Cada verano visitaba la casa de Bichal para que Mamita Isidra palpara el crecimiento de su tataranieto. Sus manos huesudas y temblorosas recorrían mi cuerpo, mis piernas, brazos y finalmente la cara y ojos. Como cualquier niño de cinco años el miedo se apoderaba de mí y permanecía inmóvil y no menos aterrado frente a su catre y la imagen piadosa del Sagrado Corazón de Jesús que colgaba en la pared. Ella era ciega y pasaba todas las horas del día postrada en el catre de lona bajo la única ventana de la habitación. Desde allí controlaba la economía de la casa. Contaba los cacareos de las gallinas y así sabía cuánto dinero entraba por la venta diaria de huevos. Cosas de viejas.

Delfina creció en casa de su madre condenada a pasar no sólo su juventud sino su vida dedicada al cuidado de su madre Isidra. Años más tarde entendí el por qué. Delfina fue la única de las hijas que no saltó por la ventana para encontrar camino. De manera contraria quedó embarazada en la casa materna. Esa especial circunstancia hizo que pariera a mi abuela en el portal de la casa de Bichal. Supongo que Isidra tomó esa decisión para superar la afrenta de la maternidad inconclusa de Delfina. Allí y así nació mi abuela Joaquina.

Delfina no sabía leer y escribir, sin embargo tenía los dones y misterios de la botánica, haciéndola famosa y conocida no sólo en los llanos de Bichal, sino hasta Chorcha y más lejos hasta Dolega. Su especialidad eran las “picadas” de víboras haciéndole entonces llevar el mote de “culebrera”. En el Chiriquí de aquellos años pocos eran los que manejaban los misterios de la curarina y los poderes mágicos de hojas y raíces. Ella también se transformó en la partera del villorrio y seguramente trajo al mundo a un número importante de los vecinos de hoy y especialmente los doce hijos de su hermana Cheta.

Delfina, además de bruja, era alfarera. Recogía junto con Miriam, mi madre, la arcilla blanca de los barrancos de la Quebrada Grande. Las tierras limpias y decantadas se transformaban en sus manos en cazuelas para asar tortillas. Las piras de madera de chumico se encendían y humeaban por horas en los potreros de Bichal. Delfina pacientemente esperaba el resultado de la quema. Las cazuelas cocidas subían a una batea y con la cabeza erguida caminaba junto con la niña Miriam al pueblo de David para transformar el esfuerzo de su trabajo en monedas que aportaban a la pobre economía de la casa. Miriam caminó pueblos, recogió arcilla, encendió piras, molió hojas y raíces junto a su abuela. Así pasó la niñez y parte de su juventud.

María Contreras viuda de Vargas fue por mucho tiempo la única persona letrada en Bichal. La tía Marita era hermana de Delfina. Su enorme conciencia social junto con la tenacidad de su sobrina, mi abuela Joaquina, las hizo transformarse en los agentes que organizaron las primeras escuelas a lo largo del oriente chiricano. Además de sus dotes de educadora, creyó y reconoció que a través de profundas transformaciones sociales y nuevas ideologías la gente pobre podría tener acceso a educación y salud y, finalmente, romper el círculo de la marginalidad. La tía Marita fue una de las fundadoras del Partido Comunista, activista social y promotora de la educación en Chiriquí y sobre todo en Bichal. Conoció la Unión Soviética y caminó en innumerables marchas al brazo de los trabajadores de las empresas bananeras de Puerto Armuelles. Conservo las postales enviadas desde San Petesburgo y de los balnearios a orillas del Mar Muerto. Por la Tía Marita se logró educar a un número importante de muchachos de Bichal en las universidades de la desaparecida URSS. Gracias a ella Carmen, Mari, Simón, Saúl y otros que escapan de mi memoria, regresaron años más tarde con los títulos de ingenieros en química, minas, y abogacía. Hoy hombres y mujeres pujantes de Panamá.

Delfina murió en el año de 1985. Tenía noventa y cinco años. Su recuerdo vive en mí como esa viejita sentada bajo el árbol de marañón peinando su larga y blanca cabellera con una peineta que luego usaba para sujetar el rodete en la coronilla de su cabeza. Años más tarde conocí la verdadera historia de Delfina sin dejar de sorprenderme su determinación por la vida y por la muerte. Mandó a coser su mortaja reconociendo, de alguna manera, que ella ya no pertenecía más a este tiempo y a ese momento. Muerta Delfina, Joaquina, su hija y mi abuela, tomó todas las pertenencias y referencias materiales de su madre, las colocó en el patio y nuevamente la pira ardió. Todo fue quemado con excepción de un baúl que el marido de su hermana Cheta fabricó como reconocimiento a su cuñada por los doce partos que asistió. Modesto tributo. El baúl permaneció por años en el gallinero de la casa de la abuela. En él, Próspero, mi abuelo albañil, guardó sus palustres, niveles, cuerdas y herramientas.

Años más tarde conocí por boca de la tía Marita parte de estas historias, particularmente la referencia del baúl de Delfina, de sus luchas políticas y de sus andares de educadora y de cómo se salvó el baúl de la pira que purificó, por generaciones las relaciones entre madres e hijas en los llanos de Bichal. Esa es mi interpretación al fuego.

Tenía trece años cuando tomé el baúl y lo traje conmigo. Aún permanece a mi lado en memoria de todas estas mujeres de mi familia que transformaron el mundo y que hoy con estas letras, hago modesto homenaje.

Mayo 2008

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