El cierre del Teatro Nacional: vergüenza patrimonial. Orlando Acosta Patiño. Julio 2015.
Hace poco menos de una semana, los medios locales de
prensa escritos, radio y televisión anunciaron
el cierre preventivo e indefinido del Teatro Nacional. Todas las fuentes citaron al Instituto
Nacional de Cultura (INAC), responsable de la administración no solo del
Teatro, sino de todo lo concerniente al patrimonio cultural de la Nación. La nota oficial anunció el cierre y lo
justifica bajo la condición estructural del inmueble, certificada por la
Universidad Tecnológica y miembros del Sistema de Protección Civil. El deterioro estructural representa un riesgo
potencial para la operación del espacio cultural.
La construcción del Teatro Nacional, considerado la
primera casa de la cultura panameña, fue ordenada mediante la Ley 52 de 20 de
mayo de 1904, decisión hecha por la Junta Provisional de Gobierno quien
entonces promueve la construcción de un Teatro, al lado del Palacio de
Gobierno, para lo cual compró un solar por B/ 10,000.00. Su diseño se encarga al arquitecto italiano
Gennaro Nicola Ruggieri, mismo que diseña el Instituto Nacional el edificio del
INAC (antigua Corte Suprema), el Instituto Nacional y el pedestal de la estatua
de Cristóbal Colón, en la ciudad de Colón.
El edificio se inaugura en el año
de 1908 y es un elemento reconocido dentro del Conjunto Monumental Histórico del
Casco Antiguo y como tal, forma parte del del mismo en la lista de patrimonio
mundial a partir de 1997. .
La importancia del Teatro Nacional, entre otras se
destaca como proyecto ideológico. Su
construcción como institución cultural la promueve Narciso Garay en la
necesidad de construir y fortalecer un proyecto cultural nacional en el
contexto de la naciente Republica – que simultáneamente veía nacer- del otro lado del Ancón la nueva Zona del
Canal y con ella la carga cultural de los Estados Unidos en Panamá. . El Teatro
Nacional sería la institución encargada de formular, fortalecer y promover la
propuesta cultural en materia de la música y las artes en Panamá. Fue la primera sede de la Escuela Nacional de Música y Declamación que
ve surgir a figuras notables como
Alfredo St. Malo y una pléyade de
estrellas y profesionales de la música panameña del siglo XX.
El interior del Teatro fue inspirado en los
referentes europeos de la Belle Epoque. Espacios como del Teatro Odeon de
Paris, el Gran Teatro Bodeaux, la Scala de Milán y los nuevos teatros del sur
de Italia, como los de Bari, Catania y Palermo. Además del arte en su construcción y
acicalamiento, el Teatro estrena la tecnología de la energía eléctrica para la
iluminación de sus salas y escenarios con más de 300 bombillas hechas a mano. Es
construido con una tecnología de concreto armado y vigas de acero, lo que fue
una novedad en Panamá, así como los temas preventivos de fuego. La construcción tarda varios años, coronando
el esfuerzo constructivo con obras pictóricas de otro notable artista panameño,
Roberto Lewis; primer connacional admitido
y egresado de la Escuela de Bellas Arte de París. La obra del plafón y de foyer del Teatro fueron
realizados íntegramente por el pintor en Paris, inspirados y utilizando los motivos y técnicas
aplicadas a los grandes teatros europeos.
El acervo pictórico del Teatro Nacional de Panamá no tiene referente en toda
la región latinoamericana, en criterio de Anton Rajer (q.e.pd), Fulbrighter que
se encargó de la restauración, cuando
parte del él se desprendió del techo;
evento que parecía anunciar el deterioro creciente de su estructura y su cierre
hoy día.
El Teatro en sus más de cien años pasa
por procesos de decadencia y deterioro que le llevaron desde el esplendor de su
inauguración con la opera Aida, a los espectáculos
populacheros de circo a mediados de la historia republicana, así como albergar
la reunión de la Constituyente de 1945-46. Pasa entre momentos de gloria y de telones
rotos y deteriorados a ser rescatado de su ruina a fines de la década de los
años setenta por la administración de Omar Torrijos. Su última intervención que supuso una
evaluación integral fue en el año 2003 bajo la administración de Mireya
Moscoso, quedando el desprendimiento del Plafón ese año bajo la responsabilidad
de Anton Rajer para su restauración. Los
temas estructurales quedaron bajo responsabilidad de un consorcio de expertos
restauradores y arquitectos de trayectoria local y vinculada con restauraciones
en el Casco Viejo. Esta fue una de las
últimas intervenciones; dejando el grupo de restauradores responsables de su
intervención, fuera de alcance
correctivo los asuntos estructurales que hoy justifican su cierre. Los aspectos estructurales fueron ignorados
en las últimas intervenciones sin justificar de manera técnica, esta
omisión.
La hoy falta de presupuesto, anunciada por el INAC
para realizar las obras que logren detener el deterioro y asegurar la
integridad del edificio, pasa desde la
desidia de quienes lo intervinieron a
las paradojas de corrupción de la administración de gobierno que acaba de arrasar
en el último quinquenio con las arcas de los dinero públicos.
Un par de millones – de los mal habidos- bien
hubieran podido ser utilizados en su restauración en vez de verlos disolverse
en bolsillos de funcionarios en forma de comisiones y sobrecostos en las obras
de vialidad costera-como la cinta costera III.
El presente y futuro del Teatro Nacional es una
vergüenza nacional donde las razones que justifican su cierre indefinido y la
ausencia de recursos presupuestarios para dar continuidad a su función y
simbolismo no tienen justificación.