Tu me tiras a mi las cajas, yo te tiro los cajones

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Tú me tiras a mí las cajas...: Orlando Acosta Patiño
ORLANDO ACOSTA PATIÑO
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13/12/2013 - La reciente polémica surgida por la intervención del Kolectivo en la avenida de los Mártires es parte de un conflicto social bajo el alcance de lo que se denomina arte urbano o arte callejero. Fueron varios los días en que la opinión pública y el Ejecutivo se enfrentaron a un estéril debate en torno al tema.
Esta manifestación de arte urbano aparece en la década de 1990 bajo la brocha o el spray de reconocidos artistas del género como Banksy, grafitero británico; Shepard Fairey, Obey, nacido en Charleston, Carolina del Sur, y Cayetano Ferrer, también estadounidense, entre otros. Ciudades como Barcelona, Buenos Aires, Copenhague, Londres, Río de Janeiro, Gaza, Líbano, Egipto son escenarios donde esta expresión tiene presencia.
El asunto es que el arte callejero no es nuevo y tampoco nace en Panamá. Nuestra ciudad y artistas se hacen coro de un movimiento de carácter urbano y global, como es el fenómeno urbano por sí mismo. Esta manifestación con frecuencia es ilegal –sea permanente o efímera–. Incluye al grafiti, esténcil y los murales. Son bidimensionales e incluso tridimensionales. Tiene, definitivamente, un fondo temático social o político, que lo coloca como una expresión de protesta o llamado de atención.
En mi opinión la pelea entre el Kolectivo y el Ejecutivo se pierde en la dimensión de lo legal y lo político. El grupo de artistas decidió rescatar la memoria histórica, apropiándose del espacio en el que ocurrieron los hechos del 9 de enero de 1964, mientras que el Ejecutivo esconde su pataleta, en un argumento de vacíos administrativos.
El próximo 9 de enero se cumple el 50 aniversario de la gesta patriótica y, en ausencia de una agenda oficial de conmemoración, el Kolectivo se tomó la calle. Por allí se dice que se organiza una exposición de fotografías, en un museo privado, y que la bandera –que fue rota en los eventos– será restaurada. Sin embargo, como nunca se sabe nada concreto por parte de la oficialidad, nos tocará enterarnos de otra manera.
Este año la Alcaldía de Panamá celebró la Primera Bienal del Sur, en la que hubo intervenciones de arte público sobre las fachadas de algunos edificios en un sector muy deteriorado del centro y otros a lo largo de la ciudad. El Instituto Nacional de Cultura (Inac) –que sigue ausente como si hubiera muerto– sobre el tema de los grafitis y murales dice que están abiertos al diálogo.
¿Tiene el Inac competencias en cuanto al uso de los espacios urbanos? Creo que no, pues no tiene siquiera un inventario del acervo monumental y estatuario en las plazas de la ciudad, tampoco fondos ni planes para administrarlos y conservarlos. ¿No sé cuál será el resultado de la mediación? Adivina.
La Alcaldía tendría algo que decir y, en ese caso, bajo la Primera Bienal del Sur, los habitantes de Cabo Verde, en Curundú -con fondos oficiales-, exhiben aun con orgullo grandes murales sobre las fachadas de sus edificios. La Alcaldía, sujeta a los mismos ordenamientos jurídicos que tú y que yo; que se arropa con los colores del oficialismo no logra discernir ni crear una política coherente o un desarrollo administrativo para intervenir los espacios públicos y producir arte en la ciudad de Panamá. Entre lo actuado y lo administrativo hay contradicciones.
No soy un curador para opinar sobre la calidad de los espacios públicos en Panamá, pero sí tengo alguna experiencia en los temas urbanos. Las sociedades modernas y las grandes ciudades promueven su creación para fomentar las expresiones artísticas, como pilares de la cultura y de la identidad. Esta política es la que se debe impulsar como parte de los procesos que abogan por una ciudad abierta y participativa.
La urbe, en sí misma, es un espacio de conflicto social, y el arte podría transformarse en una de sus expresiones –en positivo– para llamar la atención sobre la pertinencia de establecer las políticas y el aparataje administrativo que propicien la expresión humana, reduzcan la violencia e integren a los sectores más vulnerables, como los jóvenes, que viven en un ambiente segregado y hostil.
El que yo pinto las paredes y tú te las vuelves a pintar, suena al pegajoso merengue que dice: “tú me tiras a mí las cajas y yo te tiro los cajones”. Dejemos a un lado las posiciones engreídas y estériles; busquemos lo positivo del conflicto para abrir espacio a la participación social, con una institucionalidad fortalecida, y una ciudad inclusiva en donde quepa la expresión de la gente y la posibilidad de rescatar la memoria histórica.

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