La voz irreverente del olvido.
Orlando Acosta, agosto 2012.
La tragedia de Nagasaki revive en mi memoria cada mes de
agosto cuando recuerdo la anécdota de mi madre- quien con mi tía bisabuela María
Vda. de Contreras-conocida como Tía Marita - recorrían los trillos de Llano de
Bichal en Chiriquí recogiendo firmas para evitar que se volviera a repetir el
ataque atómico sobre Hiroshima y Nagasaki. Corría el año de 1947 y seguro que
eran muy pocas las imágenes del infierno vivido por las gentes que habrían llegado hasta Chiriquí y menos
aquellas -que en el medio de la nada- se conmovieron por los horrores de la
guerra. Hoy al igual que mi madre los
sobrevivientes de la tragedia de Hiroshima probablemente tendrían 74 años.
Han sucedido la suerte de sesenta y siete años de aquel
fatídico agosto cuando los Estados Unidos deciden terminar la segunda guerra
mundial arrojando la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki. Cerca de 75.000 de los 240.000 habitantes de Nagasaki
murieron de manera instantáneamente por el estallido de la Fat Boy. Las secuelas resultantes de la radioactividad
terminaron matando a un doble de las muertes por el estallido de la bomba. La mayoría de los muertos fueron civiles que
se encontraban en las calles y en la intimidad de sus hogares. Los sobrevivientes terminaron discriminados y
llamados “hijos de la bomba” o “Hibakusha”. Ellos eran reconocidos por la falta
de cabellos. Eran aislados y discriminados cada vez que se acercaban a los sitios de
expendio de alimentos o medicamentos. Los que no fueron muertos por el bombardeo
terminaron aniquilados por el desprecio y miedo de aquellos que no fueron
muertos por la radioactividad letal producida por el estallido de la bomba.
En lo personal la reflexión sobre la participación
ciudadana en la concienciación de temas ambientales, humanitarios y políticos son
unos de los asuntos que más llaman mi atención. Maria Vargas Vda. de Contreras
fue una mujer fuera de la serie. Francisco Changmarin en una entrevista inédita
hace dos años la recordó con nostalgia y la llamó la Nieta de Victoriano. Tal
vez por su beligerancia, su porte indígena y su hablar firme.
La tía Marita fue maestra, educadora y un agente de
cambio en la comunidad. Trajo no solo a
visibilidad la bomba atómica en llano de Bichal, sino también las bombas de
ariete hidráulico. De la voz y la mano
de ella llegaron a las sabanas chiricanas, caminos, escuelas y educación; esta
última como formula para salir de la ignorancia y la pobreza.
En sus años de juventud y motivada - por la viudez
prematura – milita en el partido comunista, logrando también articular el
movimiento sindical entre los trabajadores del banano en la región del Barú. El
Sindicato Bananero del Barú debe probablemente su origen al trabajo anónimo de esa
mujer chiricana. Marita también apostó a
rebasar la pobreza a través de la educación-opción que encontró en su contexto
temporal- las más acérrimas oposiciones sociales y políticas. Corrían por esto años los vientos
anticomunistas y en pleno apogeo de la persecución política el tema de la
opción socialista era casi pecaminoso. Tras la Revolución de Octubre en Rusia, el comunismo marxista quedó principalmente asociado a la Unión Soviética en la imaginación pública (aunque
había muchos marxistas y comunistas que no apoyaban a la Unión Soviética y sus
políticas.). Como resultado, el anticomunismo y la oposición a la Unión
Soviética se hicieron prácticamente indistinguibles, especialmente en política
exterior y las tierras chiricanas no fueron excepción.
Las tierras chiricanas y las sabanas veragüenses reciben
la influencia intelectual de aquella elite exiliada de la guerra civil española-
también resultado de los tiempos- teniendo con poderosa influencia en la
formación política de ese grupo de panameños desde la Escuela Normal de
Santiago.
Como siempre en las historias de participación social y
cambios políticos las fuerzas de poder optan por la represión de
las voces que denuncian injusticias y genocidios más cuando estas son
contracorriente. A pesar del tiempo y el
olvido éstas se elevan y vuelan sobre las décadas y la
memoria de las gentes.
El eco de la voz de la tía Marita se eleva sobre la
muerte de miles de aquellos muertos por la guerra-así- el legado y la memoria
de María Vargas, mujer, viuda, educadora, comunista, sindicalista irrumpe mi memoria. Hoy me sumo a su voz ronca y profunda
que repite: no olvidar ni permitir otro Nagasaki.