La Virgen negra del Brasil
La Virgen Negra del Brasil. Orlando Acosta, julio de 2013.
La advocación mariana a la Virgen –negra- Aparecida es
profesada en el Brasil. El continente brasileño lo habita
aproximadamente 190 millones de almas con 123 de fieles católicos lo que
la hace la población católica más grande del mundo. Aparecida es considerada,
además, como la diosa del amor y la maternidad en una religión brasileña
con raíces en África occidental y su piel morena hace que resulte,
particularmente atractiva a negros y mestizos, comunidades que representan la
mitad de la población de ese país.
La tradición cuenta que la imagen sin cabeza fue
rescatada de las aguas por pescadores quienes luego encuentran la pieza
faltante durante la misma faena. El milagro de la Virgen Aparecida ocurre
de manera inmediata y lo revela la abundancia de peces en ese momento de necesidad,
evento que avala su advocación mística.
La
imagen del Virgen Aparecida transmite dulzura emplazada en elementos cósmicos
universales. Está de pie sobre una luna creciente adornada con un ángel y
levanta sus brazos sobre su pecho en señal del oración, de sus labios nace una
leve sonrisa y su cabello lleno de flores. Su vestido y su capa
tienen numerosos pliegues y luce perlas en su cuello. La imagen de la Virgen
Aparecida tiene una altura de apenas 39 centímetros (15 pulgadas) con una
corona de oro y una capa de terciopelo azul hacen que la hace lucir un
poco más grande. La pequeña estatua se encuentra en la Basílica Menor,
templo cubierto de 18.000 metros cuadrados y que puede albergar 45.000
personas, el mayor templo católico fuera del Vaticano.
La Virgen Aparecida representa la unidad racial del
Brasil y arropa bajo su diminuta talla la comunidad católica más grande del
planeta. Según el padre José Arnaldo Juliano dos Santos, capellán e
investigador de Sao Paulo, Aparecida "….es quien unifica a todo Brasil,
quien trasciende todas las divisiones de raza, clase, región y religión y nos
une a todos como un pueblo".
Tuve el privilegio de estar frente a la imagen de Santa
Maria la Antigua en una pequeña capilla lateral de la Catedral de Sevilla
en España, en el año de 1992. Este es un óleo probablemente de data
medieval. Años después encontré referencia de ella en la obra Sevilla y
las Flotas de Indias (2001) de Carmen Mena García cuando describe
la imagen bordada en los pendones de la expedición que zarpa de Sevilla al
Darién en el siglo XVI.
Años más tarde y como resultado de una profunda
experiencia personal, que llamé “epifanía mariana”, dediqué esfuerzos en ubicar
una imagen de Santa María la Antigua. Mi esfuerzo no descansó llevando mi
interés a hacer caminar a mis amigos por todos los rincones y tiendas
religiosas en Sevilla sin resultado. Roberto Castiñeira desde la capital
Hispalense me dio la mala noticia de que no existe- al menos en
Sevilla- una imagen de Santa María la Antigua. La imagen de la
Santa María la Antigua que ha llegado a Panamá en el último año ha sido una
representación –para no llamar invento- basada en la pintura que existe
en la Catedral de Sevilla.
Hoy la Iglesia Católica panameña junto con la
administración de Gobierno y actores económicos, en el marco de los
500 años del avistamiento del Pacífico y la celebración de la primera
diócesis americana, proponen la idea de invertir millonarios
recursos para erigir una ciclópea imagen de la Virgen María en uno
de los sitios más prominentes de la ciudad.
Cuando reflexionamos sobre la escala de representación
monumental y los símbolos en las sociedades que las genera, es necesario pensar
en el significado que ello implica donde el asunto de las escalas de la Virgen
de Aparecida en el Brasil y Santa Maria la Antigua en Panamá y la diferencia
entre sus 39 centímetros y metros respectivamente me motiva estas letras.
Aparecida con sus escasos 39 centímetro - su tez negra- dice más al
mundo que el invento panameño de 39 metros de altura a la
entrada del Canal de Panamá.
En el contexto la visita del Papa Francisco al Brasil,
país con la comunidad católica más grande del mundo y la Basílica de la Virgen
–negra- de Aparecida, el capricho de una imagen en fiberglas
de 39 metros de altura en Panamá me parece una idea con poco sentido
simbólico.
Como cristiano y católico reconozco la modestia de
Aparecida consecuente con el mensaje de pobreza y solidaridad que divulga el
Papa Francisco hoy al frente de la Iglesia Católica.
La gigante mariana panameña es disonante y contradictoria
en una sociedad opulenta y de profundas disparidades sociales y lejos de los
principios solidarios que promulga la Iglesia Católica monumento cuya escala
hace referencia a la ostentación y un desdén a enfrentar importantes retos
dentro de una sociedad de grandes abismos e inequidades humanas, espirituales y
materiales.