Panamá tiene el privilegio de tener miles de kilómetros de costa de mar. Las playas, manglares, esteros, bahías, ensenadas y las primeras ciudades a orillas del mar. Lo anterior le otorga a este lugar del mundo un sitial privilegiado. No es casual que la declaratoria de Patrimonio Mundial, otorgado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación y la Cultura UNESCO a la ciudad de Panamá la Vieja y su Casco Antiguo, haya reconocido el inusual y primigenio lugar de emplazamiento en el Pacífico de América. Hito excepcional en la historia de la humanidad. Allí uno de los valores. El desarrollo del tema de los derechos sobre las costas de mar lo encontré fechado a inicios del siglo XVII basado en los principios de derecho romano por Hugo Grocio en su “doctrina el mar libre” en su obra Mare Liberum (Mar Libre). Grocio defendió allí que los mares no podían ser sujetos de apropiación porque no eran susceptibles de ocupación como las tierras y por ello debería ser libres para tod
Orlando Acosta Patiño opinion@prensa.com La última reunión de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación Ciencia y la Cultura, Unesco, sobre la protección del patrimonio cultural tuvo lugar en Brasilia entre el 25 de julio y el 3 de agosto de 2010. Varias conclusiones y recomendaciones fueron vertidas con relación al presente y futuro de los sitios panameños. La realidad se mueve entre el pasado reconocimiento de sus valores universales que llevaron a su inclusión a la categoría de Patrimonio de la Humanidad a la posible consideración para el próximo 2011, a la evaluación de estos a lista de Patrimonio en Peligro. Las razones de cambio de categoría se colocan, tal como lo expresamos en otros espacios de opinión en la ausencia de una política estatal que logre articular los objetivos de conservación, uso y continuidad de este patrimonio. La meta de lograr subir al tren de desarrollo el patrimonio cultural panameño y dar vigencia a los valores universales que sustentaron su
http://www.josedelacruzherreraurriola.website Al notable panameño conocido como El Darienita Universal, José de la Cruz Herrera. En su memoria, y a donde quiera que se encuentre, mi memoria y la memoria colectiva, reconoce su legado. Corría el año de 1993 y Panamá salía del trauma de la invasión estadounidense del 20 de diciembre de 1989. Recién regresaba de un largo periplo por Suramérica y España que me equipó con herramientas profesionales y académicas que me permitieron formar parte de la Alcaldía de la ciudad de Panamá. Venía con las idea de aportar a los esfuerzos locales en conservación patrimonial. Compartí tiempos interesantísimos en la documentación de los edificios a lo largo de la avenida Central desde la plaza Cinco de Mayo hasta la Plaza de Santa Ana. Ese esfuerzo aportó a la propuesta de un Decreto Municipal-muerto en la cuna- para liberar de parapetos y publicidad las fachadas de esos inmuebles y recuperar la historia arquitectónica republicana. Atisbé a los aportes d