La juventud, la educación y lo cotidiano como oportunidad para el cambio.

Hace días atrás he venido reflexionando, casi de forma permanente, sobre el cambio y la oportunidad de que tenemos en lo cotidiano para promoverlo. Me pregunto ¿cuál es la mejor forma de lograrlo y en que suelo esa semilla puede ser plantada? Apuesto a la juventud, a las oportunidades y a los agentes del cambio y a la palabra escrita. Destaco en este momento de crisis y desarticulación social en que estamos inmersos varios elementos que son meritorios de ser valorados.

La versión del noveno festival de Jazz de Panamá impulsado por Danilo Pérez y la Fundación del mismo nombre, la noticia de los avances del Biomuseo en Amador, otras menos sonoras, pero no por ello menos importantes, ocurren impulsada por la Fundación ECOAGUAS, centrada en las aguas y las gentes de rio Zaratí. Todas ellas relacionan los recursos y las actividades que impulsan y las relacionan con un potencial turístico que mira desde afuera, la riqueza y los valores de nuestra sociedad.

La primera de estas iniciativas tiene como eje central la música y los jóvenes, la segunda la educación a través de la comunicación orientada a la educación y la cultura. ECOAGUAS articula la participación de los jóvenes en Coclé con la academia, las instituciones y el sector privado para promover el desarrollo y la conservación de las subcuencas, marco natural y geográfico de uno de los espacios culturales milenarios más notables de la región. Todas estas empresas son resultado de personas y agentes locales que han creído en lo cotidiano como escenario del cambio y en las nuevas generaciones como los actores centrales. Todas ellas son traídas del empeño de personas y organizaciones, principalmente desde lo privado, con un sólido principio ético y de compromiso social y larga trayectoria en el país. Ninguno de los actores que promueven estas iniciativas tiene procesos pendientes en tribunales locales, no son acusados de peculado ni apropiación de bienes, ni tampoco de promover procesos en ausencia de transparencia y participación. Todas estas iniciativas están revestidas de transparencia, son inclusivas y apuestan en la juventud como principal agente de cambio y lo cotidiano como escenario para lograrlo; además, comparten en común el desincentivo consistente y desarticulado de la oficialidad de la gestión de la cultura en Panamá.
La música, los mares, los bosques, la historia cultural de Panamá es el tema de estas iniciativas y la Nación Panameña como base territorial de valiosos, diversos, únicos recursos humanos, culturales y naturales y los jóvenes objeto del trabajo. Tanto la Fundación Danilo Pérez, la Fundación Amador y ECOAGUAS celebran la diversidad que se llama Panamá, diversidad que viene siendo ignorada y dilapidada por los políticos y los actores de gobierno y que se valida en la expresión en sus mediocres decisiones.
La clase política y la expresión de gobierno identifican la ciudad, las instituciones, los recursos y el territorio como campo de batalla para satisfacer desmedidos apetitos personales y mezquinos propósitos. Siempre he afirmado que los viejos no nos ablanda el primer hervor y que los jugos de esos caldos son amargos; es entonces que la apuesta a la juventud, el fomento de la cultura y la educación, así como el derecho a la información y la participación son ingrediente claves para el cambio y en contrapunto, producir caldos ricos, fragantes y prometedores.

Las iniciativas privadas de desarrollo, cultura y educación deben ser promovidas desde las bases y lograr el apoyo incondicional de la institucionalidad, organización social que debe ser respetada, fortalecida en democracia y que sirva para cimentar las bases del progreso de Panamá con los jóvenes, para los jóvenes y desde lo cotidiano.

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