Los laberintos de la Tusa Financiera.

Con el anuncio de la suspensión de la construcción de la Tusa en el predio de la antigua Embajada de los Estados Unidos vienen a mi cabeza una serie de reflexiones en torno a los criterios para destinar la inversión de recursos públicos en iniciativas que no tienen objetivos claros. La idea de la construcción de la Tusa Financiera no fue tamizada bajo argumentos que nos lleven a evaluar o priorizar el destino de los escasos dineros públicos en iniciativas de interés colectivo. Estas líneas toman fuerza en lo que identifico como el despilfarro de siete millones ochocientos mil balboas del presupuesto público en un proyecto urbano que nunca tuvo ni pies ni cabeza. Lo sucedido amerita un comentario en el evento de ser considerado éste un acto de dudoso beneficio público, de un evidente interés privado cuya decisión y análisis técnico refleja debilidad y opacidad en los procesos en la toma de decisión y en la asignación de dineros públicos para proyectos y obras del Estado.
Se hace necesario que alguien responda a las siguientes preguntas: ¿Qué y quién determinó que la Tusa era necesaria? ¿Cuáles fueron los criterios técnicos-funcionales- urbanísticos que sustentaron el proyecto? ¿Qué cosas se dejaban de atender desde el Ministerio de Economía y Finanzas para martillar un proyecto cuyo objetivo y línea de prioridad nunca fueron ventilados públicamente? ¿Se pudo invertir la millonada en adecuar espacios culturales en la sede de la antigua Embajada y restaurar parte del patrimonio monumental que estaba a metros de la demolida estructura y ofrecer espacios de educación y cultura a los panameños, o bien ser destinados al diseño del Hospital del Niño?
Insisto en afirmar que este país se mueve sin una política articulada y de largo plazo sobre los servicios que ofrece el equipamiento cultural y las acciones tendientes al reconocimiento y conservación de la memoria colectiva a través del patrimonio construido. La acción de los tomadores de decisiones denota ignorancia o desprecio de los procesos sociales que detonan acciones de educación y conservación del evento patrimonial expresado en los espacios y el patrimonio material de la ciudad de Panamá. Este país exhibe la patología grave que muestra una débil-frágil-ausente política cultural incapaz de articular una acción coherente por parte de una sumisa y politizada institucionalidad incompetente. Esto lo comprueba el vergonzoso evento de transfuguismo político que otorgó derechos familiares para dirigir hoy los caminos de la cultura panameña.
En entregas anteriores hemos traído a discusión sobre la ausencia local de espacios modernos y emblemáticos para exponer, apreciar y valorar la producción artística y material del hombre panameño en el contexto de su realidad social, geográfica, cultural y ambiental; para construir identidad y generar pertenencia. También hemos puesto en relevancia los aspectos económicos de la cultura bajo el planteamiento de que ésta sí paga. Vea los ejemplos verificables del Museo Soumaya en México y el interés de hombres de negocio como Carlos Slim. ¿Hemos valorado los ingresos del Museo de Gehry en Amador junto a los atractivos del Canal, de Panamá Viejo y el Casco Viejo? ¿Cómo sería la oferta turística y cultural con un MARTA moderno y equipado? Te imaginas un país con un San Lorenzo sin maleza que se lo trague o de un Portobelo sin la amenaza de un crecimiento desordenado y de unos cerros que lo sepulte para siempre?
Se hace necesario mirar con vista larga los ingresos por turismo cultural que Panamá puede generar y los procesos sociales que puede articular. Es imperativo que las decisiones públicas y privadas sean públicas, transparentes y sustentadas con base a criterios técnicos que se orienten a sacar provecho a los escasos recursos financieros para valorar la condición de ser diferentes y hacer que los panameños reconozcamos y defendamos esa diferencia.

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