Construyendo sociedades mediante la intervención de las ciudades.

Hace un par de semanas se celebró en Panamá un seminario internacional sobre el oficio del arquitecto. El evento estuvo revestido de la visita de notables arquitectos del que-hacer arquitectónico y urbanismo del planeta. Zapatero a tus zapatos fue el lema que convocó a la comunidad académica y profesionales de Panamá. Tuvimos el privilegio y la oportunidad de conocer sobre la praxis de arquitectura y el urbanismo y reflexionar sobre la relación de lo local y de cómo estamos interviniendo el espacio urbano a partir de la experiencia en otras latitudes. La discusión estuvo guiada por la profunda reflexión entre espacio y sociedad y de cómo los responsables de construir ciudades generan procesos que tienen proyección sobre generaciones y sobre el territorio.
De entrada, me sorprendió la construcción de infraestructura de servicios y educación en las comunidades indígenas de las “first nation people” en la Columbia Británica, en Vancouver, Canadá. La experiencia mostró cómo se integraron valores culturales y métodos constructivos tradicionales para valorizar los espacios educativos. A partir del reconocimiento de una tradición y forma de vida, se garantizó la continuidad del conocimiento ancestral de las comunidades indígenas. Pero esto no sucedió por el ejercicio de un arquitecto en sí y sobre el deseo de una comunidad deseosa de conservar y reconocer su legado cultural. El gobierno central canadiense establece una política clara en promover la inclusión de sus comunidades indígenas, asignando recursos y apostando en la construcción de escuelas como forma para abandonar condiciones de marginalidad y potenciar el salto de las comunidades indígenas a otros estados de desarrollo. Los gobernantes canadienses apuestan a la educación y cultura para promover el desarrollo de sus pueblos ancestrales.
Los chilenos en el marco de la celebración del bicentenario de independencia lograron asignar vía presupuesto del Estado, unos quince millones de dólares para la intervención del centro histórico de la ciudad de Santiago. La convocatoria para “meter mano” a un espacio de alta significancia histórica y cívica fue hecha mediante un concurso público con reglas claras y horizontes establecidos. El resultado fue un proceso de diseño que respetó las normas y lenguaje definidos por el diseño de los edificios decimonónicos y de principios de siglo pasado. La propuesta reconoció el legado constructivo del pasado y que revestido de transparencia, entrega a la sociedad chilena un conjunto de proyectos que genera un circuito que articula espacios públicos solemnes del casco administrativo de la ciudad con otros ejes para potenciar sus valores patrimoniales.
La intervención en el distrito central histórico de la capital chilena resultó en una serie de obras de gran importancia simbólica y cívica en las inmediaciones de la Plaza de La Moneda, en la Avenida Bernardo O´Higgins, el Parque Forestal y los barrios más nuevos, como el de Providencia. Las obras fueron ejecutadas en etapas, correspondiendo la primera de ella, a la intervención de la Plaza de La Moneda, allí se crea un espacio público con áreas verdes de más o menos una hectárea, una terraza compuesta por un atrio y una fuente de agua, ubicados en el frontis del edificio presidencial. En el subsuelo se construyó un edificio de estacionamientos públicos con capacidad para 564 vehículos en cuatro niveles, completando una superficie de 17 mil 440 metros cuadrados con accesos peatonales y vehiculares. Allí opera el Centro Cultural La Moneda como una oferta cultural en el corazón de la capital.
El guión que desarrolla y da continuidad a la propuesta de intervención, se define sobre la base de elementos de identidad utilizando la producción material, artística y lúdica de los chilenos. Le sigue el Museo de Artes Visuales, que recoge la producción visual de artistas chilenos del siglo XX en una intervención de alta significancia histórica en la calle José Victorino Lastarria. El circuito continúa en un parque de esculturas en los jardines de las Torres San Borja para honrar la ejecutoria universal de unos de los escultores más importante de Chile: Mario Irarrázaval. El diseño y la propuesta de esta intervención lo determinó el paisajismo y la localización de los viejos árboles del jardín. En la comuna de Providencia, junto al edificio de la Embajada Argentina, el Museo Gabriela Mistral sigue celebrando la intervención cultural-urbana-arquitectónica en el bicentenario de independencia de Chile y de las letras de la mujer chilena del premio Nobel de literatura. La intervención en el centro de la ciudad de Santiago de Chile reconoce la producción artística, visual y lúdica de su coterráneos, valorizando su entrega y reafirmando sentimientos de pertenencias. Las actuales y futuras generaciones de chilenos se miraran con orgullo en el espejo de producción artística de sus hombres y mujeres en el marco de una ciudad cultural, amistosa, verde, peatonal y perpétua.
El modelo de gestión cultural para celebrar el bicentenario en Chile incluyó la concesión de explotación de los espacios culturales por un período de 30 años, que consideró el mantenimiento y operación por parte de la empresa a cargo de las obras, demostrándose de esta manera que la intervención de las ciudades, el patrimonio y la cultura sí pagan.

La siguiente pregunta que hacemos es ¿cómo estamos los panameños construyendo las ciudades para celebrar la ampliación del Canal? ¿Cómo estamos reconociendo e integrando nuestros valores patrimoniales para mostrar al mundo una cara panameña? Considero necesaria una discusión amplia sobre nuestras ciudades y de cómo queremos reconocernos ante el mundo en un contexto de cambio y globalización.

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