Preservar nuestro patrimonio

Decidí centrar la entrega de este artículo en nuestras permanentes reflexiones sobre la definición de políticas y proyectos de desarrollo, la base u ofertas de recursos naturales y, finalmente, en el beneficio colectivo. Me permito recordar a los lectores que Panamá cuenta con el privilegio de miles de kilómetros de costas, incluyendo playas, manglares, esteros y bahías; extensos recursos bióticos y las primeras ciudades a orillas del océano Pacífico. Lo anterior le otorga a este país un sitial privilegiado no solo por su historia, sino por su naturaleza y diversidad biológica y cultural.

No es casual que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la Cultura (Unesco) haya otorgado a este pedazo de universo cinco sitios de categoría mundial.

Panamá posee valores y recursos de orden único y de carácter universal. Surge, a la discusión pública, el valor de dichos recursos y la estrategia de desarrollo ventilada para el bienestar colectivo. El debate se cierne hoy entre los grandes proyectos urbanos y nuestra definición como país minero y últimamente petrolero. Llamo la atención, también, a la debilitada institucionalidad del Estado y la aplicación y cumplimiento de las normas.

Entre el plano de lo político, y muy lejos de lo técnico, se ventilan alternativas al desarrollo nacional. Ejemplo: la extensión de la cinta costera frente al terraplén; la construcción de un relleno en Barraza–Amador para un Centro de Convenciones; el cacareado metro y, ahora, recientemente un túnel por el Canal para unir a la ciudad de Panamá con la Zona Económica Especial Panamá–Pacífico y, finalmente, la más descabellada y última propuesta de Panamá como país minero y petrolero.

La ausencia de una evaluación de nuestro potencial desarrollo en base a la oferta de recursos naturales y culturales, sumado a la praxis gubernamental en materia de gestión ambiental, pone en duda el verdadero potencial y futuro de nuestra sociedad.

¿Cómo fueron evaluados los aspectos sociales, económicos y culturales de la extensión de la cinta costera frente al terraplén en los predios del Casco Antiguo? El proyecto se construyó “al rompe” sin estudio de impacto ambiental. El efecto sobre el Casco Antiguo y la funcionalidad vial, urbana y patrimonial no fueron evaluados. ¿Qué sucedió allí? ¿La ley del oeste o la locura perniciosa se impusieron? ¿O fueron, tal vez, los apetitos inmobiliarios por la nueva plusvalía de antiguos “quilombos” los que impusieron la iniciativa? Cualquier cosa es posible y no sé qué es más peligrosa: la ignorancia, la indolencia o la insanidad mental.

Ahora los arquitectos cartageneros nos dirán que hacer y, en ausencia de una política de desarrollo, todo lo anterior se propone y decide sin valorar nuestras fortalezas y recursos.

Ahora, mi otra pregunta señala la gestión de los próximos proyectos de desarrollo en el área de la ciudad de Panamá: la construcción del metro, el centro de convenciones en el área de El Chorrillo y Amador y, recientemente, el túnel bajo el Canal. ¿Nos espera una gestión correcta en el uso de las costas de la ciudad y de su patrimonio urbano?

La realidad nos plantea nuevos retos. ¿Seremos simplemente espectadores y víctimas, nuevamente, de las malas decisiones de quienes dirigen el gobierno de turno? ¿Cómo se respetarán e integrarán los valores urbanos y paisajísticos de la ciudad de Panamá cuando comiencen las excavaciones de los túneles del metro y sus estaciones? ¿Cómo y cuál será el tratamiento de los elementos de carácter histórico–arquitectónico–patrimonial de la ciudad por la construcción del metro? ¿Veremos demoler otros hitos urbanos y conjuntos en la ciudad, como sucedió con el barrio de Bella Vista? ¿Seremos, en 50 años, tan orgullosos como los habitantes de la ciudad de Moscú con relación a la estética y valores de las estaciones del metro de la capital rusa? ¿Caeremos en los estereotipos arquitectónicos bajo la justificación de una dizque globalización, trocando identidad por homogenización?

Volviendo al tema de la orilla de mar, ¿se respetará la condición del Casco Antiguo y las murallas de mar con el nuevo centro de convenciones? ¿Se extenderá la cinta costera y los túneles por el Canal, como maleza, sobre las playas de la ciudad? ¿Conservaremos nuestro patrimonio? ¿Qué ocurrirá con la gente, con los pescadores de la cooperativa de El Chorrillo y la continuidad de su actividad económica ligada por años a las costas y a los frutos del mar? ¿Qué les espera a los habitantes de El Chorrillo? Adivina.

Despierta panameño del sueño y del letargo, pues parece que el tic tac del reloj que suena nos recuerda con un repiquetear y redoble de tambores sordos que nos llegó la hora del pueblo. Las decisiones sinrazón se mueven por nuestra sociedad como la maleza a orilla de la playa, fuera de control, arrastrándose por todas partes, amenazando con la pérdida irreparable de nuestros mayores patrimonios: el mar, nuestras ciudades y nuestra gente.

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