La Bola de Oro

Panamá, Plaza de Santa Ana, año de mil novecientos cuarenta y tantos. La Isthmian Investment Corporation anuncia la caída de de la Bola de Oro.

Don Roberto Heurtematte, hijo de aque quien con el mismo nombre es descrito como comerciante, migrante y ciudadano francés, anuncia el emplazamiento de un moderno edificio de hormigón y calicanto. La noticia de la nueva edificación de una planta baja y media planta alta con modernos pisos de mosaico y techo de concreto es pública. La modernidad ha llegado a la Plaza de Santa Ana.

El edificio que ocupó el mismo solar frente a la Plaza de Santa Ana se conoció por mucho tiempo como la Bola de Oro. Registros documentales nos remonta a los años de 1864, cuando en ese lugar “se levantaba un hermoso edificio de mampostería, madera y techo de tejas, de tres pisos, con cañones interiores de dos pisos, también construidos de los mismos materiales”. Esta casa se vivía cuando aún éramos colombianos y el uso de los materiales y la distribución del espacio nos hablan de un Panamá aún atrapado en los laberintos de una sociedad colonial.

Cerca de diez años más tarde, en el año de 1875, en preludio del auge del Canal Francés I.C. y John Conrad in Thurn, descendientes de una de las más ricas familias europeas y emperadores de la banca del siglo XIX, compran desde Londres, por intermedio de Jacobo Levy Maduro y Gregorio Miró la Bola de Oro por 6,000 libras esterlinas. La especulación del suelo urbano de la ciudad de Panamá, empujado por las inversiones millonarias del proyecto francés, comienza a intervenir y modificar el parque construido desde el epicentro mismo de la vida en la ciudad de Panamá. La Plaza de Santa Ana comienza a cambiar y los frentes de la plaza se transforman en los espacios más codiciados de la pujante Panamá.

Los tiempos eran otros y en ausencia de la comunicación en tiempo real que gozamos en el siglo XXI las transacciones de ultramar estaban teñidas de cierta expectativa y romanticismo que le otorgaba los largos viajes transatlánticos. La escritura y transacción de compra y venta de la Bola de Oro, firmada por el entonces Cónsul de la Gran Colombia en Londres, tarda cerca de un mes en un viaje por mar desde las orillas del Támesis hasta el bullente puerto de Panamá.

Corren entonces los tiempos de capa caída donde el fragante fracaso del Canal Francés y los vientos de la marejada norteamericana traían al ambiente un “malaire” de oportunidad y especulación. Manuel Espinosa Batista y Manuel Amador Guerrero reconocidos e insignes ciudadanos compran de John Conrad in Thurn la Bola de Oro y la dividen por mitad.

Siguen hablando los archivos de que la salud de la sociedad conyugal entre Manuel Espinosa Batista y Elisa Remón y la Plaza de Santa Ana, epicentro del rumor. En Santa Ana no solo se comenta de la última moda de Paris, sino también del inminente suceso. El Sr. Espinosa cumpliendo con sus deberes de sensible hombre y ciudadano y habiendo rescindido capitulaciones matrimoniales, traspasa la mitad de la Bola de Oro a nombre de su ex – socia conyugal, Doña Elisa Remón.

La Bola de Oro continúa partida por mitad hasta entrado los años de mil novecientos veinte cuando María Ossa de Amador recibe de su marido muerto, la herencia de la otra mitad de la Bola de Oro. Es entonces que la Plaza de Santa Ana y la posesión inmobiliaria de esta parte de la ciudad toma un aire femenino. Es donde no solo Elisa y María son dueñas de parte del frente de la Plaza, sino también lo son las hermanitas Recuero, quienes ostentaban la propiedad de El Dorado, sitio entonces sana recreación.

En un juego de canasta o tal vez acosada por los fantasmas de un apremio económico, o bajo el presentimiento de los próximos problemas inquilinaríos de 1925 y durante unas vacaciones en tierras del norte, decide poner en venta por cincuenta mil balboas su mitad de la Bola de Oro. Roberto Heurtematte compra de María parte de la Bola de Oro.

Elisa parece tener el mismo olfato de su amiga viajera, o tal vez peor suerte en el naipe, y en el mismo año vende su mitad de la Bola a la Cia. Espinosa, quienes en el año de 1941, tras un descalabro financiero vende a la Isthmian Investment Corporation, representada por Roberto Heurtematte, la otra parte del inmueble.

La Bola de Oro ya no está partida. Ahora entera rodará y su demolición estrepitosa anuncia la construcción de un moderno edificio de mampostería, cal y canto y mosaicos modernos.

Hoy bajo los portales del aquel edificio que lleva impreso el nombre de Cia. Hertutematte, entre la decadencia de ofertas de billetes y verduras, entre limpiabotas, orates, mendigos y más basura habrán quienes ni siquiera imaginan esta historia.

Nadie recuerda las memorias y sorpresas ni evoca las vidas y las pasiones, ni la suerte ni los maridos ni las barajas de Elisa y de María.

Nadie recuerda el ruido de los bonos del Canal de Francés, ni el sonido de los cascos de los caballos de los gringos en el parque de Santa Ana. Tampoco los sombreros, zapatos y telas de los escaparates del Bazar Francés.

Ni el viento hará memoria del barullo de todo lo que se escuchó mientras rodaban los muros y los portales de la Bola de Oro. Mientras caen los muros de otras casas y edificios del Casco Central en la Ciudad de Panamá, pasamos indiferentes ante el suspiro, las vidas, emociones y palabras que encierran los rincones, los edificios, las aceras de la ciudad de Panamá y de la Plaza de Santa Ana.



Orlando Acosta.
Diciembre de 2010

Registro de los Archivos de Catastro y Archivos Nacionales en septiembre de 1993.

Rehice el texto en diciembre de 2010 agregando algunos elementos para otorgar un toque humano a los personajes del pasaje que se documenta. Es así, que el tema de los juegos de naipes de María y Elisa no son ciertos, o al menos no son parte de los registros y archivos consultados, no obstante dudo que este tipo de información quede de manera formal registrado en la memoria colectiva. Pregunto, ¿quién pudiera negar que los personajes no dedicarían tiempo de ocio a los juegos de mesa?

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